Cerrar
Publicado por
NICOLÁS MIÑAMBRES
León

Creado:

Actualizado:

La noche de los tiempos

Antonio Muñoz Molina. Ed. Seix Barral, Barcelona, 2009. 958 pp.

La guerra civil ha sido uno de los acontecimientos que más literatura ha generado en la cultura española, sin que la narrativa haya sido una excepción. Pero no es frecuente encontrar en estos tiempos obras de la extensión de esta novela de Antonio Muñoz Molina. El mérito aumenta al considerar que La noche de los tiempos no desarrolla una trama especialmente compleja ni lo es su espacio temporal, reducido al año previo al comienzo de la guerra civil. Otra cosa es el escenario, que incluye el Madrid de ese momento y los escenarios norteamericanos. Ambos elementos, espacio y tiempo, están sometidos a un desarrollo dinámico: en su viaje a Pennsylvania, el arquitecto español Ignacio Abel lleva a cabo también un viaje sentimental. Un ambicioso proyecto profesional y el deseo de reencontrarse con su amante extranjera son los móviles que guían el afán del protagonista. Atrás queda una carrera de éxitos, una España en guerra y una familia de la que Ignacio (a pesar de sus promesas de un reencuentro en América) se aleja progresiva y desconsoladamente.

El viaje de Ignacio Abel es un viaje espacial y psicológico. Trata de olvidar un pasado personal caduco, representado en la persona de Adela, obsesionada de forma enfermiza con clasificar las fotos de familia. Ignacio Abel intenta descubrir un fututo luminoso en compañía de Judith Biely. Ambas mujeres son, de alguna manera, una íntima alegoría de las dos Españas machadianas. El tren avanza al tiempo que sus recuerdos retroceden hasta una infancia de pobreza, unos estudios brillantes y un matrimonio convencional. Su boda con Adela le he permitido el acceso a la alta sociedad madrileña, pero su situación personal necesita un nuevo estímulo vital, que se materializa en el amor apasionado por Judith Biely, hija de exiliados rusos.

Todo ocurre en una España devastada por los vientos de la guerra inminente, lo que le permite a Muñoz Molina trazar un panorama de dramática desolación política, cultural y humana, reflejado en sabrosos retratos de diversos personajes públicos, aunque en ocasiones elementales tal vez. Aparte de Juan Negrín, de semblanza muy sugestiva, y el profesor Rossman (uno de los personajes mejor trazados en la obra) otros reciben un claro varapalo, como Rafael Alberti especialmente e incluso Juan Ramón o José Bergamín. Más discretamente tratados aparecen Ortega y Gasset y el poeta Moreno Villa. Muchos lectores echarán de menos la imagen de Pedro Salinas, asentado en Estados Unidos. A fin de cuentas, no se halla lejano del espacio donde llega Ignacio Abel y se encuentra muy próximo también en la situación amorosa: Katherine Whitmore fue para el poeta lo que Judith Biely para Ignacio Abel. Y su madre política es en Madrid amiga de la esposa del poeta.

Un desenlace enigmático, polisémico más bien, sirve de colofón a una novela en la que la forma literaria supera el contenido argumental. Los párrafos extensos y sinuosos, la recuperación nostálgica del pasado, un sabio aprovechamiento de las enumeratio impresionistas realzado por las anáforas frecuentes, dotan al texto de un atractivo envolvente para el lector. A ello contribuye el sabio manejo de la visión omnisciente completada con frecuentes muestras de la primera persona narrativa. No abundan los diálogos pero la conversación final, inserta en el capítulo 36, es un testimonio estremecedor del espíritu de la obra y, en el fondo, del espíritu que unirá siempre a Ignacio Abel y a Judith Biely.

Cargando contenidos...