Diario de León

Excelente humanización de algunos tópicos

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El asesinato de Sócrates

Noemí G. Sabugal. Finalista del XI Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones. Alianza Editorial, Madrid, 2010. 272 pp.

NICOLÁS MIÑAMBRES

No hay duda de que El asesinato de Sócrates es una excelente «opera prima» narrativa. Especialmente por lo novedoso del tratamiento humano de un personaje tan arriesgado como es un inspector de policía. Éste es uno de los atractivos esenciales de la novela de Noemí G. Sabugal, respetuosa con las exigencias del género negro. Ambientada en la ciudad de San Martín, son evidentes los ecos leoneses en referencias a algunas líneas de Antonio Gamoneda en León, traza y memoria o «el antiguo monasterio de San Marcos», la Calle Ancha y la catedral. En este escenario la novela desarrolla un suceso habitual en la novela negra: con un comienzo «in medias res», se presenta la extraña muerte de un popular periodista, Fernando Gómez Fuentes, conocido como Sócrates en los ambientes culturales. Sus buenas relaciones con las altas esferas de la ciudad dificultan las tareas de esclarecimiento de su muerte, algo que corresponde a Marcos Robles.

Planteada con todo rigor de acuerdo con las exigencias del género, y descubierta la clave del asesinato, el lector descubrirá también el origen de otro accidente más personal, el de Roberto, el hermano deficiente de Marcos Robles. No hay duda de que en este campo de lo humano es donde Noemí. G. Sabugal alcanza sus mejores resultados literarios. La personalidad de Marcos Robles enriquece la trama con un clima psicológico especial. Aquejado de una deficiencia física que a sus compañeros de colegio les dio pie para denominarlo «piernapalo», el inspector vive sumido en una dolorosa soledad, que arranca del pasado de una delicada situación familiar y se mantiene en el presente, obligado a cuidar de Roberto, un chico con delicadas limitaciones. A todo ello se une el fracaso de su un matrimonio con Olga y una hija que siente sólo un teórico y artificioso afecto por su padre.

Con todo, sería injusto apuntar una visión folletinesca o convencional en la novela. Esta serie de momentos de fracaso se convierten en el sustrato que enriquece la trama policiaca, condicionada inevitablemente por los lugares comunes que el género exige. La solución de la trama no es nunca una sorpresa para el lector, pero sí lo es en esta novela el tratamiento de la soledad que Noemí G. Sabugal le da. El triste consuelo de las relaciones mercenarias, casi inevitables en la condición de Marcos Robles, le permitirá conocer a Marta, una prostituta rusa que, felizmente, dignificará este tipo de relaciones, tanto con Marcos Robles como con Roberto, hospitalizado por un accidente de tráfico. Aunque abundan las escenas de gran acierto literario, resulta especialmente delicada la descrita en las páginas 173 y 174. Todo ello alcanzará un valor muy especial al final de la novela, rematada en el Parque de Atracciones de Madrid en una escena tal vez esperable para el lector y con cierto riesgo de tópico feliz.

A todo ello hay que añadir aspectos estilísticos: un estilo conciso, dinámico, de fogonazos impresionistas en las descripciones y unos diálogos resueltos con admirable y expresivo laconismo. No hay duda de que estamos ante una novela excelente, cuyos méritos aumentan al considerar su condición de «opera prima» de la obra.

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