Diario de León
León

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En busca de los

Ríos perdidos

Ordoño Llamas Gil. Edición personal, León, 2008. 306 pp.

Mi amor por la naturaleza -“escribe Llamas Gil en uno de los artículos- creo que ya lo llevaba en mis genes, aunque tengo que reconocer que la pesca ha sido la afición que más influencia ha ejercido sobre mí durante toda mi existencia, valorando intensamente nuestro entorno de valles, de montañas, de campos, pero, sobre todo, de ríos, regatos, pantanos, lagos y lagunas (incluso charcas), donde el agua ríe, brilla, se estanca, se acelera y ruge, albergando en su interior a una pléyade de seres a los que he admirado siempre, extasiándome observando sus misteriosos movimientos, tratando de adivinar sus reacciones para hacerlas morder a los señuelos presentados».

Con esta declaración de influencias, intenciones y constataciones, el autor, que lleva más de sesenta años caminando y conociendo los ríos leoneses -“otra forma hermosa de conocer León-, publica en este libro más de ochenta artículos -“la mayor parte de ellos aparecida en Diario de León a lo largo del último cuarto de siglo-, nueve relatos y tres poemas. Pero en ellos no sólo habla del deporte de la pesca, que también, sino, y sobre todo, del estado de los ríos y su degradación paulatina, desde posturas en que todo estaba permitido hasta aquellas en que todo parece estar prohibido, sin propuesta de soluciones -“algunas hay en sus textos-, lo que ha hecho perder las condiciones mágicas de estos espacios -“lo que explica con nitidez el título de la obra-: furtivismo, dejadez, falta de cuidado, fraudes y engaños-¦ que se van apuntando a lo largo del libro. Así sabemos qué ha ocurrido en nuestros ríos desde mediados del pasado siglo hasta nuestros días. Análisis, anécdotas, sugerencias, propuestas-¦ se van desgranando hasta poder tener una idea cabal de su estado. Pero siempre con un punto de vista crítico. Así inicia la Introducción : «Hipócrita pescador, mi compañero y hermano: a tu confiada placidez y mansedumbre prevengo, por si te consideras feliz con la situación actual de las cuencas fluviales y lacustres, y con quienes administran la explotación de los seres que las habitan, no me leas. Sería como despertarte durante un sueño placentero echándote un caldero de agua fría. El conformismo, la mansedumbre y la adulación no figuran entre estas páginas».

Pues precisamente por eso hay que leerlo. Además del conocimiento y del análisis, la ironía, la gracia y la visión de una realidad tan nuestra hacen gratificante la lectura. Queda dicho.

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