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Roberto Carro Fernández. Gráf. Germinal, Valladolid, 2009. 88 pp.

Claro que «el paisaje es memoria», como afirma Julio Llamazares en una cita que encabeza una ruta de este viaje múltiple, después de prólogos e introducción, muy interesantes por cierto. Alberto Angoso García afirma en uno de los primeros algo que, a la postre, nos permite entender la filosofía que esconde el espíritu viajero de Roberto Carro: «Lo importante no son los pueblos, los paisajes, las formas o la luz, el alba o el crepúsculo; lo importante es el viaje, la búsqueda, la acción, el vértigo, la vida en sí misma, vibrar a cada instante-¦», buscando «siempre el latir -“y ahora habla el autor- de las pequeñas cosas que se hacen grandes porque se disfrutan respetándolas en libertad».

No son éstos viajes a la usanza de guías tradicionales. Aparecen referencias, puntos de apoyo, incluso mapas de cada una de las rutas y estupendas fotos ilustrativas. Pero el texto -“interesante como lectura, amena y sugerente, incluso para quienes no desean emprender el viaje-, que parece entenderse, en alguna medida al menos, como viaje iniciático, invita a que cada cual realice el suyo propio, a que cada uno inicie su particular búsqueda. «Siempre he creído -“escribe Carro Fernández al iniciar el recorrido por Babia- que viajar es otra forma de enriquecimiento personal y hacerlo de esta forma tan sencilla -“con el mínimo equipaje, buscando el latir de la historia y la naturaleza que la circunda- es elevar el espíritu y dorarlo de esencia. El camino respira, tiene vida propia».

Si viajar, y lo repito, tiene su propia filosofía -“y lo creo sinceramente, al margen de la terminología que empleemos-, esta es la filosofía de las cinco rutas propuestas: El canal de Castilla , El Valle del Silencio , La ruta del Duero , Babia y La Vía de la Plata . En bicicleta -“ el hombre de la bicicleta azul -, ligero de equipaje, como recomienda Machado, en compañía en algunas ocasiones, el autor ha pedaleado por caminos -“se agradece la plasticidad latina del título- que nada tienen que envidiar a los grandes destinos, si es que los aquí propuestos no son los verdaderos grandes destinos.