Diario de León

De nuevo la ventana bajo la misma lluvia

Publicado por
JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ
León

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El peso que nos une

David Hernández Sevillano. XXV Premio de Poesía Hiperión, Hiperión, Madrid, 2010. 78 pp.

A modo de inicio» se titula el primer poema de El peso que nos une , primer libro que he tenido ocasión de leer de los tres que ha publicado el segoviano David Hernández. Y a modo de inicio puedo yo decir que se trata de una poesía de ritmo reposado, que se va modulando al sabor del pensamiento y el sentimiento unidos, con cierto toque de melancolía apenas perceptible. Además, el poeta propone la presencia de un tú que recibe las palabras, lo que simula una cercanía comunicativa que no logra desalojarnos del círculo solitario del acto creativo. El discurso es melodioso, como una música lenta que acompaña el marchamo meditativo del poema. Esto es lo que me sugiere el primero de los poemas y que tal vez confirme el resto.

Así es, en efecto. El hermoso poema titulado «Estación de ferrocarril» es una pacífica vuelta a la infancia, al recuerdo y a la reflexión que con este llega: «A veces me pregunto si fue verdad la vida...». Así van naciendo los poemas, brotando de recuerdos atados a espacios vividos: una estación de tren, un desván, un barrio portuario, un sobrio pueblo castellano... Un viaje a la memoria impregnado de tiempo. Todo es tiempo. Y en el tiempo anidan los actos más sencillos, pero que en su casi inexistencia pueden esconder un deseo, un dolor o un olvido. El deseo que despierta una caricia, el dolor de una despedida, el olvido que se intenta conjurar pronunciando lo que se olvida para que pueda seguir existiendo. Es la confianza del poeta en el poder de la palabra. En el tiempo también, la presencia de figuras queridas, como «El abuelo», uno de los más emocionados poemas del libro, ese abuelo que «medía el mundo por la profundidad de sus abrazos y cuya mano era «inmensa como un tren de cercanías».

Hablamos también del talante meditativo de esta poesía habitada por el temblor de lo humano sencillo, pero esencial. Hay momentos propicios a la tranquila meditación: el momento que sigue a la tormenta, por ejemplo, o la noche. Esta poesía parece decirnos que hay sensaciones que sólo se pueden experimentar en la vivencia del campo y del paisaje, en el medio rural. El decurso de la meditación poética desemboca a veces en la sentencia: «Con cada dolor nuevo algo se aprende», «En cada despedida nos volvemos más sabios», «Allá donde se cruzan dos verdades el tiempo deja de tener dominio»... Pero no es una poesía sentenciosa, sino melodiosa, serena, melancólica y hermosa.

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