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Los cuentos que dejan su sombra en la memoria suelen ser los mejores

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León

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Historias del otro lugar

José María Merino. Ed. Alfaguara, Madrid, 2010. 708 pp.

NICOLÁS MIÑAMBRES

Casi todos los expertos en el género del relato breve coinciden en que José María Merino es uno de sus cultivadores más excelsos. De ahí lo oportuno de esta summa de sus cuentos, una obra voluminosa, precedida de interesantes reflexiones sobre su narrativa menor. Aunque publicadas en 1997, como Prólogo a Cincuenta cuentos y una fábula , tales reflexiones mantienen su frescura y su particular forma de entender la creación de los relatos, como la mantienen las que aparecen en el prólogo de Cuentos del reino secreto (2007).

En el primer caso se trata de una suerte de autobiografía sentimental, estética y creativa, en cuyo proceso el cine de posguerra tuvo influencia decisiva en el futuro escritor, a la que se unieron los cuentos rurales y las narraciones maternas. La vida en una ciudad de provincias era en apariencia irrelevante e inmutable. «Por eso -escribe José María Merino- el relato era tan importante. Perdida cualquier grandeza, la menudencia de lo que sucedía sólo podía hacerse consistente, y hasta creíble, mediante su narración (...). Las cosas eran en tanto que se contaban (...). Así, la realidad exterior venía a ser, precisamente, el propio relato que la contaba» (p.14). Junto a esa visión narrativa de la realidad, la influencia misteriosa de los primeros libros y, en especial, Las mil y una noches, con el descubrimiento de lo fantástico, fueron elementos decisivos en el escritor, como desarrolla líneas más adelante. No falta en este prólogo, casi una poética, la expresión de su modelo del cuento, no siempre de perfil claro para muchos cultivadores del género: «Yo entiendo que para que exista un cuento (...) es fundamental el movimiento (...). La naturaleza del cuento. (...) reside en el movimiento, un movimiento que debe expresarse en forma de tensión» (p.18). No falta la referencia a la semilla temática, a cuyo atisbo «yo me reconozco escrutando la realidad».

Interesante resultan igualmente las observaciones contenidas en el Prólogo de 2007 que abre Cuentos del reino secreto, en cuyas líneas insiste en el tratamiento de lo fantástico, tema frecuente en este libro. Más curiosa parece la motivación o el origen de este aspecto creativo: la compra de una mesa de estilo «Tudor-rural», un mueble en el que, «de repente, mientras escribía, tuve la iluminación de numerosas tramas literarias, por lo que intuí, maravillado, que el velador estaba impregnado de cuentos»(p. 26) . Es llamativo comprobar cómo varios de esos cuentos nacieron destinados a ser «proféticos», lo que dignifica aun más el misterio creativo.

Todas estas reflexiones culminan en la Nota de autor que precede a Cuentos de los días raros , donde defiende que «frente al sentimiento avasallador de aparente y común normalidad que esta sociedad nos quiere imponer, la literatura debe hacer la crónica de la extrañeza» (p. 567). De ahí su pretensión en estos relatos: «Pretenden hablar de la rareza de los días desde nuestra relación con los sueños, con los recuerdos, con los libros, con los incidentes cotidianos». Un sesgo novedoso en la interpretación de la realidad a través de la literatura, uno de los móviles esenciales de la tarea creativa de José María Merino.

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