Admirable recreación literaria de una biografía
El sueño del celta
Mario Vargas Llosa. Ed. Alfaguara, Madrid, 2010. 456 pp.
NICOLÁS MIÑAMBRES
Con un comienzo in medias res que sitúa a Roger Casement (1864-1916) en la cárcel, la obra de Mario Vargas Llosa va adentrándose en la personalidad de este irlandés, cuya trayectoria vital es en sí misma una novela. Huérfano en su infancia e influido por la experiencia y la obra del explorador David Livingstone, así como de Joseph Conrad, Roger Casement soñará con emular las gestas de sus descubrimientos. Guiado por un exacerbado afán de nuevas experiencias, centrará sus esfuerzos en conocer el mundo de los trabajadores en la extracción del caucho en África y América y en conseguir la independencia de Irlanda. De esta forma es palpable en la personalidad de Roger Casament una doble vertiente vital: el afán por la experiencia cosmopolita y el ahondamiento en la esencia de Irlanda, su país. El lector asistirá así a la reconstrucción de su vida, recluido en la Pentoville Prison, esperando un indulto que nunca llegará. En capítulos alternos observamos el presente de un Roger Casement derrotado, a quien vigila en la cárcel un sheriff adusto, que acabará por confesar su soledad vital y el dolor intenso por la muerte de su hijo. La otra visión es su pasado vital: la experiencia en tierras de África y América, como supervisor del trabajo de los caucheros. Su Informe sobre el Putumayo, trabajo aparecido en 1912 con el título El libro Azul es una crónica detallada de la terrible situación de estos pobres trabajadores del caucho, sometidos a las más terribles vejaciones y castigos, sufridos con frecuencia mediante el chicote.
El conocimiento de las condiciones de esclavitud y sufrimiento en que trabajan los pobres indígenas provoca una indignación constante en Roger Casement. Uno y otro sentimiento quedan plasmados en páginas deslumbrantes, de una llamativa fuerza literaria. Vuelto a Inglaterra, Irlanda será su último destino, afanoso por terminar sus informes y, especialmente, conseguir la independencia de Irlanda. Este afán quedará truncado y sus consecuencias serán desastrosas para el escritor, incapaz de conseguir su libertad, quién sabe si por una falsificación de su diarios, utilización ilegal de sus diarios. El hecho cierto es que la altura moral y el sentido de la filantropía de Roger Casement de nada sirvieron para mantener el recuerdo que merecía. Por ello, estas páginas de Vargas Llosa son el mejor homenaje. Por el rescate humano que el escritor lleva a cabo y, especialmente, por la brillantez y la amenidad con que están narradas estas páginas, en las que una biografía, convencional en principio, se transforma en una obra de arte literaria.