Quevedo y los inicios satíricos de un poeta
Las antiparras del poeta
burlón
José María Merino. Ilustr.: Fabio Marras. Ed. Siruela (col. Las Tres Edades), Madrid, 2010. 128 pp. A partir de 12 años
ALFONSO GARCÍA
José María Merino, Premio Nacional de Literatura Juvenil y con obras inolvidables en esta línea, vuelve, una vez más, al encuentro de estos lectores, con los que mantiene un contacto permanente gracias a su frecuente presencia en centros de Enseñanzas Medias. Y lo hace con este acercamiento a Quevedo, una forma divertida de «familiarizarse con algunos aspectos de nuestro literatura del Siglo de Oro».
Un periodista se dirige a un conocido poeta para preguntarle por los «momentos inaugurales» de su vida como escritor. En la respuesta («Carta de José Luis Maroto a Martín C.»), que es la primera parte y el auténtico cuerpo central de esta interesante novela, traerá a su memoria recuerdos de sus años en la ciudad en cuyo Convento de San Marcos estuvo preso Quevedo -“antes solo sabía de él que era «el de los chistes»-, el poeta burlón, cuya figura «llega hasta mí envuelta en unas historias muy personales». Deslumbrado, entre otras cosas, por sus poemas satíricos, los imitará en el colegio para, de forma anónima, satirizar y burlarse de no pocos compañeros de clase y algunos profesores. Esto provocará situaciones extrañas y tensas, curiosas y regocijantes también, situaciones que resultan especialmente interesantes y atractivas.
Sorprendido el periodista (Martín C.) por la «extensa carta que un poeta tan reconocido como José Luis Maroto, a quien tanto admiro», le propuso publicar el texto con el compromiso de transcribir completos los textos de Quevedo a los que aludía, casi siempre por referencias de su padre, figura esencial en el descubrimiento. Y así se hace en el bloque II, «Notas de Martín C.». El III es una «Aclaración de José María Merino» que, previo acuerdo con el poeta, acepta que se conozca y publique la historia, de la que es depositario, eso sí, con algunas condiciones y esta confesión: «En sus líneas principales -“desde la actuación del protagonista como poeta satírico anónimo, hasta el rechazo final de su amigo íntimo, cuando lo descubre- la historia que he escrito es totalmente fiel al original. También he respetado las notas y comentarios del joven periodista, a quien he denominado Martín C. cambiándole también su nombre verdadero. De lo demás soy yo el único responsable».
La novela, con notables rasgos metaliterarios y muchas lecturas detrás, ofrece un planteamiento muy original y atractivo, además del componente leonés del escenario, con digresiones referenciales de indudable interés. Como atractiva es la línea narrativa, fresca y suelta. Poco más se puede pedir, si no es recomendar su lectura.