Torre de Babia
«Torre» alude a edificación defensiva y de vigilancia en sitios elevados. En el barrio norteño del poblamiento se avistan las ruinas de una fortificación cilíndrica y desmochada, en cuyo redor la mocedad danza su baile chano, y don
Torre de Babia fue un castro astur, donde se acogieron los bergidenses cuando huyeron del cerco romano que les tendió el general Tito Carisio, el guapo latino que burló a la bella ondina del lago de Carucedo, el año 19 antes de Cristo.
Éntrase en Torre de Babia por Kongosta y el morro de Entresierras, bajando a la llanada de Kaskarazana. En el otero se levanta la iglesia parroquial de San Vicente, como un barco varado en el valle.
El pueblo de Torre se tiende a lo largo del riachuelo, entre verdes prados que van entrando en cuña hacia el puerto de Cuetalbo, al Oriente los montes del Rozo y Bijurde y al Poniente la Vega Vieja.
En el cruce de caminos en el centro del pueblo saluda al viajero la capilla de Nuestra Señora de los Remedios, con una gran talla neoclásica y la voz de su pequeño campanil. A la vereda del camino nace una cristalina fuente bajo la roca, motivo de orgullo de los vecinos que viven en este emplazamiento de privilegio paisajístico.
Una gran espadaña, dos hermosas campanas y una portada con alfiz pregonan que vamos a visitar un gran templo.
Entramos en una amplia nave con crucero en la cabecera, bóveda de crucería y dos arcos fajones que definen la arquitectura del enteso.
La capilla central lleva retablo barroco policromado. Arriba se asienta la talla mariana de la Asunción y debajo un Cristo; en el centro un gran San Vicente patrono. Los retablos laterales son de 1784. Las imágenes que se exhiben son abundantes en número, San Roque, San Blas, Santa Lucía, San Sebastián, San Francisco y son tallas del XVIII.
Son de gran significado las losas sepulcrales. Una recuerda al matrimonio Diego Álvarez y Marina Quiñones, de 1627; lleva tres cuarteles con roeles, serpientes, leones y cadenas. La otra losa sepulcral pertenece al licenciado Fernando Gómez y Lorenzo; muestra también tres cuarteles con flores de lis, castillo, guerreros, león y Cruz de Malta.
Las gentes de Torre se enorgullecen de su iglesia, y tienen motivos para ello, pues ocupa un lugar de privilegio arquitectónico y artístico en Babia. Junto con las de Torrebarrio, Candemuela y Villasecino pregonan en alto el pabellón devocional babiano.
En el siglo XIX, según el Diccionario Histórico de Madoz, se llamaba San Vicente de Torre y se poblaba con 50 vecinos, 200 almas y escuela de primeras letras.
Comisión declarativa
Estaba formada por el regidor Manuel Jato, los peritos Pedro Fernández Telle y Manuel Alonso García, el agrimensor Juan Antonio González y el cura párroco, Agustín Pérez. Prestan sus «Declaraciones para la Única Contribución», que popularmente conocemos como «Catastro de La Ensenada», ante el Juez Subdelegado de Su Majestad Pedro Antonio García de Bores y la Guerra y el escribano real Thoribio del Río.
La Comisión jura por Dios Nuestro Señor y una señal de cruz en forma de derecho decir verdad de lo que supiere y fuere preguntado.
Declaran que Torre de Babia es Lugar de Realengo, y pagan a Su Majestad los derechos de Sisas y Zientos, que «haszienden» a 1.264 reales y 28 maravedíes y 637 reales de Alcabalas al marqués de San Vicente y Fuente Hoyuelo.
El término mide de Levante a Poniente media legua, de Norte a Mediodía una legua y en circunferencia tres leguas. Tienen un término de pastos de 200 fanegas común con Robledo y otro término de pasto de otras 200 fanegas, que llaman Valle Villameroy, común con San Félix.
En total tienen 5.960 fanegas que distribuyen así: 471 fanegas de tierras trigales, 552 fanegas de tierras centenales, 7 fanegas de tierras cebadales, una fanega de huertos de hortaliza, 75 fanegas de prados de pelo y otoño, 246 fanegas de prados de secano, 192 fanegas de monte y matorrales, siete fanegas de yermo y 4.439 fanegas de puertos. Hay un plantío de 300 chopos en virtud del Real Decreto de 1747. Arriendan 4.409 fanegas de puertos en 7.450 reales de vellón para pasto de ganado merino.
Tienen 12 molinos harineros, tres de ellos arruinados y nueve en uso, y un batán, que producen un esquilmo de dos fanegas de pan mediado cada uno, y 25 cepos de abejas.
Son 36 vecinos y 48 casas habitables. Hay 24 vecinos de Estado Noble de Hidalguía y 12 vecinos de Estado General, pecheros, y éstos pagan impuestos a la catedral de Oviedo de dos celemines cada pechero, que se llama la adra o el godo .
Hay un regidor perpetuo de este Concejo, enajenado de la Corona, y un escribano de número, perpetuo, que al tener también derecho al cargo de regidor, pero al ser incompatibles los dos, ha de renunciar a uno.
Hay una taberna mantenida a cuenta de la zilla y pagan 250 reales para que la tabernee Manuel Meléndez.
El escribano gana 500 reales y el tejedor de lienzos tres reales, y a la vez es labrador.
Los gastos del Común
El contador real, Bernardo Díez Paniagua, como encontró respuestas «diminutas» en el Interrogatorio, obligó, dos años después, a declarar los Diezmos mediante «tazmía», y así resulta que los vecinos abonan seis fanegas de trigo, 10 fanegas de cebada, 104 fanegas de centenero, 24 corderos, dos arrobas de manteca, cuatro arrobas de lana, cuatro cerdos y 400 reales del arriendo de puertos. Valen en total 1.959 reales de vellón. Por Primicia a la iglesia parroquial abonan dos celemines de centeno cada vecino, y otro tanto de Voto a Santiago de Galicia.
Como tienen unos ingresos comunales de 7.540 reales por el arriendo de puertos, pagan de ello todos los gastos del Común, impuestos de Sisas y Zientos, Alcabalas, Servicio Ordinario (para sostenimiento de tropas, que era obligación de vecinos de Estado General), «porque así son de hermanados Nobles y de Estado General, y aún reparten a prorrateo el beneficio sobrante como cañama ».
En gastos del Concejo se les van 400 reales, al cura párroco por costumbre y residencia 100 reales; para sufragio de las Ánimas Benditas, por Voto que tiene hecho el Común, 100 reales; a San Roque por Voto del Común, 100 reales; al Cristo de la Vera Cruz por Voto del Común, 60 reales; en cera y pitanzas para la festividad del Corpus, 800 reales; al alcaide de la cárcel, 60 reales; al depositario del papel sellado, 60 reales; al cirujano, 65 reales; al abastecedor de vinos, 250 reales; para gastos de procesión de Nuestra Señora de Carrasconte por Voto, 150 reales; para refacción de puentes y calzadas, 250 reales; para amojonar pastos y términos del Lugar, 50 reales; al guarda de panes, 200 reales; al guarda de ganado vacuno, 150 reales; para ornamentos y refacción de la iglesia, 300 reales; para luminaria del Santísimo y Nuestra Señora del Rosario, 120 reales; para luminaria, cera y ornamentos de la ermita de San Roque, 40 reales; para lo mismo en el templo de la Vera Cruz, 100 reales; y para gastos de visita de residencia, 250 reales.
Se significa que el real se denomina «de vellón» porque era la unidad de moneda, ya que un vellón de lana valía un real. El real equivalía a 34 maravedíes y un ducado equivalía a once reales.