Picos de Europa
A don Tomás Salmerón
PRÓLOGO
La montaña delante-¦ ¿Y el camino?
¡Dios dirá! Y en los ojos aparece
como un sueño la cima y crece y crece
amenazando al cielo y al destino.
¡Oh muralla tenaz! Y no adivino
qué oferta se me da, qué se me ofrece.
¿Subir? ¿Por qué y por dónde? ¿Quién florece
detrás de tanta roca y tanto espino?
¡Subir-¦! ¿Para qué más? Y miro dentro
del alma diminuta y en su centro
mi pobre corazón de caminante.
Ya voy, Señor, ya voy. Y aunque no quiera
siempre subiendo y siempre en la ladera
con la sombra detrás y Dios delante.
PREFIERE EL POETA SUBIR LAS LADERAS
LENTAMENTE, PUES NO LE OBLIGAN
Subiré poco a poco, que no hay prisa
y hasta es mejor subir así, seguro
de llevar en el alma amor maduro,
más firme cuanto más la sien se agrisa.
Ya veis el viento loco, se improvisa
y así viene a acabarse, tan impuro;
mi corazón será constante y duro
y sabrá de la pena y la sonrisa.
Moriré igual que vivo, lentamente,
con un nombre dulcísimo en la frente
y un ascua siempre roja por las venas.
Y lenta y fiel, conmigo, a mí prendida,
tú seguirás el paso de mi vida,
compañera del gozo y de las penas.
LLEGADA A LA CIMA
En la caja del pecho el pulso suena
con redoble de vida. Huele a altura,
a silencio de cumbres, a aventura
de soledad. Y el alma se serena.
Aquí arriba, ¡qué limpia enhorabuena
se dice el corazón, y cómo apura
su descanso y sus penas en la pura
atmósfera de paz que el monte llena!
¡Qué poderoso sobre el mundo ahora,
cercado por el cielo y la sonora
majestad de los vientos de la sierra!
¡Y qué dolor sentirse casi vuelo
y saberse sujeto por el suelo
al poder invencible de la tierra!
EL POETA MIRA LA LUNA
DESDE LA CUMBRE DE LA SIERRA
Sobre estas altas cimas de la pena,
donde el silencio y nada más habita,
el que mira a los cielos precipita
su soledad hacia la Luna llena.
El que mira a la Luna se encadena
a una mirada muerta e infinita
que nació de las cumbres y que invita
a ser de eterna soledad serena.
A ser de eterna muerte o blanco hielo
porque tan sólo por la pena existe
y no hay en ella salvación alguna.
¡Que nadie, si está solo, mire al cielo!
¡Que nadie la contemple si está triste!
Sólo para el amor sirve la Luna.
CANSANCIO
Si me pesa la senda recorrida
cuando al descanso de la cima vengo,
no es porque llegue triste, es porque tengo
de tierra y luz mi humanidad partida.
Es porque soy antorcha dividida
de fatiga y amor, y así sostengo
mi ascendencia de tierra, mi abolengo
de aliento y barro, de cansancio y vida.
Llego al descanso, cumple la jornada;
extiendo al horizonte la mirada
y el sendero a mis pies está esperando.
Andar, andar, andar y todavía
andar hacia una eterna lejanía
para seguir eternamente andando.
DESCENSO
La soledad, como una extraña rosa
que envolvió el corazón, quedó en la cumbre,
y ya, de pesadumbre en pesadumbre,
vuelvo a una vida antigua y dolorosa.
Y hay pavesas de luz en cada cosa
y cenizas de tiempo en cada lumbre.
Con nieve vuelve el alma a la costumbre
de caminar vestida y cautelosa.
¡Qué duro descender y qué fatiga
ésta de andar hacia un ayer que obliga
a vernos entre ruinas y verdades,
hombres de tierra seca y de llanura,
mirando siempre a un punto de la altura,
rosa de soledad y eternidades!