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LUIS LÓPEZ ANGLADA
León

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A don Tomás Salmerón

PRÓLOGO

La montaña delante-¦ ¿Y el camino?

¡Dios dirá! Y en los ojos aparece

como un sueño la cima y crece y crece

amenazando al cielo y al destino.

¡Oh muralla tenaz! Y no adivino

qué oferta se me da, qué se me ofrece.

¿Subir? ¿Por qué y por dónde? ¿Quién florece

detrás de tanta roca y tanto espino?

¡Subir-¦! ¿Para qué más? Y miro dentro

del alma diminuta y en su centro

mi pobre corazón de caminante.

Ya voy, Señor, ya voy. Y aunque no quiera

siempre subiendo y siempre en la ladera

con la sombra detrás y Dios delante.

PREFIERE EL POETA SUBIR LAS LADERAS

LENTAMENTE, PUES NO LE OBLIGAN

Subiré poco a poco, que no hay prisa

y hasta es mejor subir así, seguro

de llevar en el alma amor maduro,

más firme cuanto más la sien se agrisa.

Ya veis el viento loco, se improvisa

y así viene a acabarse, tan impuro;

mi corazón será constante y duro

y sabrá de la pena y la sonrisa.

Moriré igual que vivo, lentamente,

con un nombre dulcísimo en la frente

y un ascua siempre roja por las venas.

Y lenta y fiel, conmigo, a mí prendida,

tú seguirás el paso de mi vida,

compañera del gozo y de las penas.

LLEGADA A LA CIMA

En la caja del pecho el pulso suena

con redoble de vida. Huele a altura,

a silencio de cumbres, a aventura

de soledad. Y el alma se serena.

Aquí arriba, ¡qué limpia enhorabuena

se dice el corazón, y cómo apura

su descanso y sus penas en la pura

atmósfera de paz que el monte llena!

¡Qué poderoso sobre el mundo ahora,

cercado por el cielo y la sonora

majestad de los vientos de la sierra!

¡Y qué dolor sentirse casi vuelo

y saberse sujeto por el suelo

al poder invencible de la tierra!

EL POETA MIRA LA LUNA

DESDE LA CUMBRE DE LA SIERRA

Sobre estas altas cimas de la pena,

donde el silencio y nada más habita,

el que mira a los cielos precipita

su soledad hacia la Luna llena.

El que mira a la Luna se encadena

a una mirada muerta e infinita

que nació de las cumbres y que invita

a ser de eterna soledad serena.

A ser de eterna muerte o blanco hielo

porque tan sólo por la pena existe

y no hay en ella salvación alguna.

¡Que nadie, si está solo, mire al cielo!

¡Que nadie la contemple si está triste!

Sólo para el amor sirve la Luna.

CANSANCIO

Si me pesa la senda recorrida

cuando al descanso de la cima vengo,

no es porque llegue triste, es porque tengo

de tierra y luz mi humanidad partida.

Es porque soy antorcha dividida

de fatiga y amor, y así sostengo

mi ascendencia de tierra, mi abolengo

de aliento y barro, de cansancio y vida.

Llego al descanso, cumple la jornada;

extiendo al horizonte la mirada

y el sendero a mis pies está esperando.

Andar, andar, andar y todavía

andar hacia una eterna lejanía

para seguir eternamente andando.

DESCENSO

La soledad, como una extraña rosa

que envolvió el corazón, quedó en la cumbre,

y ya, de pesadumbre en pesadumbre,

vuelvo a una vida antigua y dolorosa.

Y hay pavesas de luz en cada cosa

y cenizas de tiempo en cada lumbre.

Con nieve vuelve el alma a la costumbre

de caminar vestida y cautelosa.

¡Qué duro descender y qué fatiga

ésta de andar hacia un ayer que obliga

a vernos entre ruinas y verdades,

hombres de tierra seca y de llanura,

mirando siempre a un punto de la altura,

rosa de soledad y eternidades!