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Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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«Para Aragón, en España,

tengo yo en mi corazón

un lugar todo Aragón,

franco, fiero, fiel, sin saña».

En la zaragozana calle Manifestación, número 13, una placa reproduce estos cuatro primeros versos de un poema de Versos sencillos (VII) de José Martí. Desde abril de 1984. Y debajo, una placa de mármol, con el busto en relieve del poeta cubano, dice, en disposición bien ordenada y compuesta: «José Martí Pérez. Héroe Nacional de Cuba (1853-1895), quien vivió en esta casa entre 1870 y 1874 y murió en combate por la independencia de su patria el 19 de mayo de 1895. Zaragoza, 18 de mayo de 2002».

Antes de continuar, y para comprender mejor quizá la historia de este personaje excepcional, reproduzco la segunda y la última estrofa del poema aludido:

«Si quiere un tonto saber

por qué lo tengo, le digo

que allí tuve un buen amigo,

que allí quise a una mujer.

[-¦]

Amo la tierra florida,

musulmana o española,

donde rompió su corola

la poca flor de mi vida».

Además de ser hoy José Martí un símbolo universal de lucha por la libertad de su pueblo, una gran mayoría lo considera la figura más importante de Cuba -”curiosamente, hijo de valenciano y tinerfeña-” por ser un hombre decisivo en la formación de la conciencia nacional. Esta postura, con la consiguiente lucha por la independencia cubana, le costó muchos disgustos. Entre ellos, la muerte como final, los trabajos forzados, la cárcel, la deportación a España, por conspirar contra su gobierno. Así es como llega a Madrid, con dieciocho años.

En agosto de 1873 -”las fechas siempre están sujetas a vaivenes-” estaba ya en Zaragoza, donde, a finales del siguiente año, se licenció en Derecho y en Filosofía y Letras. Sin importarnos ahora especialmente todas las vicisitudes que conforman la que podríamos llamar biografía externa y oficial, lo cierto es que la ciudad bañada por el Ebro dejó profunda huella en el Apóstol cubano .

E s aún hoy una delicia recorrer el entramado de calles y callejuelas que dibujaban el entorno donde vivió. El eje del encuentro vecinal estaba focalizado en la Plaza de la Justicia, con una fuente en la que se contempla desde 1866 en que fue fundida, y por tanto conocida por nuestro personaje, la escultura La Samaritana , que, con los árboles y la iglesia de Santa Isabel -”conocida popularmente como de San Cayetano-”, dan al escenario un ambiente de cercanía y familiaridad. Cerca, las ruinas romanas de la ciudad y la universal plaza del Pilar.

Compartió Martí el tiempo de Zaragoza -”algunas de sus obras literarias las escribió en esta ciudad-” junto a su amigo cubano Fermín Valdés Domínguez, de tanta importancia en su vida. Pero al que se refiere el texto poético («allí tuve un buen amigo») es el pintor Pablo Gonzalvo Pérez (Zaragoza, 1828-Madrid, 1896). Y la mujer («allí quise a una mujer»), Blanca de Montalvo, a la que Valdés Domínguez se refiere en Ofrenda de hermano como «una blonda y bella y distinguida señorita a quien amó». Hay quien afirma que la conoció en el teatro, otros dicen que en Madrid. Se cuenta todavía, sin embargo, que Blanca le preparaba infusiones de violetas para curar la tos y la tristeza: esperaba, como consecuencia, que la decidida idea de Martí de regresar a Cuba se fuera debilitando poco a poco.

A pesar de que el Apóstol no era especialmente agraciado, sí era, como buen criollo, muy enamoradizo. Y, además, según todos los testimonios, dejaba una profunda impresión en las mujeres. Como en ésta, en la que vio algo especial, tal como se lee en uno de sus cuentos, poco conocido, Hora de lluvia : «Era una virgen púdica. Toda la vida de una mujer está en sus ojos, y eran aquellos ojos más claros que la luz, más puros que el amor primero, más bellos que la flor de la inocencia-¦».

D icen que la distancia hace el olvido. ¿Lo dice también una canción de antaño? El olvido y el dolor, como se desprende de las cartas que Blanca escribe a José Martí, que no recibían respuesta. Ella se casó con el bondadoso médico turolense Manuel Simeón Pastor y Pellicer. Y el recuerdo perduró en el nombre del único hijo que tuvo el matrimonio, José, nacido poco después de que José Martí muriera en combate por la independencia de su patria, él que tenía dos, «Cuba y la noche». Era el 19 de mayo de 1895. Desde que conociera a la bella aragonesa, a la que amó, Martí había seguido otros derroteros políticos, literarios y amorosos. Pero son éstos otra historia. Eso sí, entre todo cuanto pueden leer, lean, por favor, Niña de Guatemala, una delicada elegía de sus Versos sencillos .

Aunque los datos que ahora conocemos testifican lo contrario, hasta no hace mucho no pocos entendían que los dos versos finales reproducidos («donde rompió su corola / la poca flor de mi vida») se referían a que el hombre decisivo en la formación de la conciencia cubana había tenido en Aragón su primera experiencia amorosa.

Sea como sea, queda registrado para los lectores la presencia en Zaragoza de un personaje que se ha convertido, por múltiples motivos, en símbolo universal. La fuerza de su palabra aún se mantiene viva. Otra razón más para un recorrido nuevo cuando visiten la belleza ciudad que se asienta a orillas del Ebro, que «guarda silencio al pasar por el Pilar». Un recorrido con lápices y alpargatas. Y, cómo no, con cámara de fotos. Merece la pena.