Diario de León
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Tuya

Claudia Piñeiro. Ed. Alfaguara, Madrid, 2010. 170 pp.

ALFONSO GARCÍA

Estoy embarazada, mi novio se borró, mi viejo y mi vieja no saben nada, mi viejo le mete los cuernos a mi vieja y se fue de viaje con la mina, mi vieja sabe todo lo de mi viejo pero se hace la boluda-¦» (p. 106). La novela, claro está, se encarga de explicitar, de desarrollar el argumento, muy concentrado y sintético en el texto citado.

De esas palabras se desprende fácilmente que en la novela de Claudia Piñeiro (Buenos Aires, 1960) -“la autora revelación de las letras argentinas, según diversos testimonios- hay dos niveles narrativos: la historia de la pareja, por una parte, la historia de la hija de la pareja por otra. En ambas hay una mirada interesante a esa relación.

La raíz argumental de la obra radica en que «Tuya» es el posesivo con que se despide la amante de su marido, Ernesto, hecho que con otros indicios y evidencias revela a Inés que su marido la engaña. La muerte accidental de la amante viene a trastocar las cosas. «En los accidentes no hay culpables sino víctimas. Y en este accidente las víctimas eran dos. Una, la muerta, por la que preocuparse, a esa altura, no conducía a nada. Y la otra, Ernesto, que se vio involucrado en un hecho lamentable» (p. 17). Inés, sin saberlo, trata de encubrir el crimen, ya que está dispuesta a todo con tal de conservar su matrimonio y las buenas apariencias.

Desde aquella primera constancia la novela se desarrolla con el ritmo de un thriller vertiginoso que atrapa inevitablemente al lector, por su intensidad y por el tratamiento. En este sentido, es justo subrayar la utilización de un lenguaje directo, claro, vivo. Viveza a la que ayudan, por una parte, los abundantes diálogos, por otra el ritmo narrativo sustentado en frases breves y encadenadas, que arrojan, además, como saldo, una prosa rica y sugerente.

La verdad es que se trata de una novela muy interesante, fácil de leer y amena. Todo junto. Su brevedad la convierte en una magnífica compañía lectora de una tarde, pongamos por caso.

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