Diario de León

A cierta edad sólo se sube a los trenes de regreso

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Dime dónde, en qué país

Marco Antonio Campos. Premio Ciudad de Melilla de Poesía. Ed. Visor, Madrid, 2010. 88 pp.

J.e.m.

El título de este libro, Dime dónde, en qué país , lo toma el mexicano Marco Antonio Campos de un verso de François Villon, pero le conviene extraordinariamente bien, por dos razones al menos: la primera, porque el libro es una especie de intermitente diario lírico de viajes; la segunda porque le sirve, en el poema homónimo, para construir una formidable versión del ubi sunt al evocar con «una dicha melancólica» toda una serie de nombres con los que establece, por así decir, una comunidad de bienes: Borges, Bioy, Arreola, Rulfo, Sabines, Claudio Rodríguez, «niño grande al escribir y niño más grande de música maestro».

El viaje (los lugares del viaje) es lo que estimuló la creación de estos poemas en prosa. El sesgo narrativo es quizá lo que da carácter al poema en prosa actual; también la libertad de construcción, ese ir y venir de una cosa a otra, ese vaivén entre un pensamiento y otro. Tal vez esta libertad es lo que separa al poema en prosa del microrrelato, hoy de moda, que requiere un inicio raudo o in medias res y un final más rápido aún, desconcertante, inesperado o ingenioso, además de una construcción centrada, redondeada. Los poemas en prosa del mexicano Campos recalan en un lugar concreto que se llama Nicaragua o Cartagena de Indias, Ciudad de México o Buenos Aires, Madrid o Amberes, y desde ahí se dispara lo demás, la imagen literaria, la evocación, el pensamiento o el lamento en ráfagas por lo que uno no fue o no hizo. También la emoción puede desbordarse en algún poema, como sucede cuando el poeta evoca su amistad con el poeta Juan Gelman y la tragedia familiar que el argentino sufrió en la Argentina sangrienta de los generales. Por lo demás, la poesía de Campos es ampliamente acogedora: elementos líricos y narrativos, formas y vicisitudes del yo, presencia del otro y de lo otro, etc. Pero poco a poco, acaso por recurrencia, se va formalizando una temática que evoca lugares y personas, y el arte unido a esos lugares, a esas ciudades (Goya y Madrid, Delft y «La joven del arete» de Vermeer, que da lugar a uno de los poemas más bellos y menos dispersos, donde écfrasis, admiración, encomio e imaginación conviven); en diferentes poemas encontraremos, entre otras cosas, lamentos por el paso del tiempo y la pérdida de la juventud y la presencia fugaz de mujeres que iluminan la vida un momento para desvanecerse después.

Habría que aludir también a la actitud de compromiso que muestra el poeta con el hombre, con la vida, con los pueblos. En Buenos Aires, por ejemplo, evoca el poeta no sólo barrios y amigos, sino también la ominosa historia de los militares; en otra ocasión dirá que «a la tierra venimos... a decirle a la rebeldía que niega el orden de la mediocridad, y desde luego a la utopía que inventa el arco iris bajo un cielo de odio». Así es esta poesía, este libro, esta «colección deslumbradora de visiones, de crónicas de viaje, de amores consumados y no, mares, ríos, montañas, galerías pictóricas...», como escribió de ella otro gran poeta mexicano, Eduardo Lizalde.

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