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Publicado por
JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ
León

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Arte menor

Juan Ramón Jiménez. Ed.Linteo, Ourense, 2011. 378 pp.

El libro rescatado de Juan Ramón Jiménez es todo un alarde de sutileza, gracia y delicadeza. Arte menor lo tituló por ser tales los versos que usa, incluyendo el eneasílabo, que es «tan aéreo, tan sutil, tan impreciso» que no encaja bien entre los de arte mayor. En efecto, está ahí, fronterizo, como en tierra de nadie. Juan Ramón saca chispas del mismo, y del bisílabo, del trisílabo y de todos los demás metros menores. Dueño del ritmo, en este libro compuesto en Moguer en 1909, Juan Ramón optó por los aires populares (romancero, poesía tradicional...), pero con mentalidad culta, claro está, de lector, y afinando el oído y la vista para gozar de todas las sensaciones que él recoge y convierte en superior belleza: sobre todo las que provienen del sol, de los colores dorados y amarillos, presencia tan constante que acaba transmutando en oro el alma del lector, subyugado por esa naturaleza que el poeta, en soledad, goza e interioriza: el color, lo luminoso, los árboles, los pájaros con sus píos, la lluvia sobre el río, las flores azules del prado..., todo con una finura que sólo el alma muy sensible es capaz de gozar y expresar. Mi generación y generaciones anteriores leímos a Juan Ramón por la Segunda antolojía poética (él lo escribía con jota), publicada en 1922 y reeditada en años sucesivos. Aparecía allí representado Arte menor con 18 poemas distribuidos en cinco apartados, como el libro definitivo, cuyo rescate total se debe a los trabajos investigadores de José Antonio Expósito (al igual que hizo antes con La frente pensativa , Ellos y los atractivos Libros de amor ).

Así que Arte menor aparece un siglo después entero, con sus 142 poemas (43 de ellos totalmente inéditos). Como indica J. A. Expósito en la introducción que sigo ahora, confluyen en la creación del libro el gusto por lo popular y por la naturaleza y el influjo del pensamiento krausista del que se empapó en los años que Jiménez pasó en Madrid (1901-”1905). La vuelta a Moguer supuso el retorno a la naturaleza, a lo elemental, y para expresarlo buscó la forma adecuada, algo más ligero, más claro y desnudo. Por su mente pasó, sin duda, el afán de recoger el espíritu del pueblo, de renovarlo y enriquecerlo. Lo hizo en la soledad campestre, imbuido de naturaleza, de sol, luna, luz, cielo, pájaros y árboles. Pero la aparente clarificación discursiva no oculta las osadías rítmicas: metros menores, poemas enteros en versos de dos sílabas, por ejemplo, encabalgamientos forzados, rompiendo las palabras a fin de verso, etc. Ritmo de canción, indudablemente, guiado el poeta por su sentido musical, el que guió con su magisterio a Alberti o a García Lorca en sus primeros poemarios de cimientos tradicionales, la que se ha llamado poesía neopopular, que bebió, pero no sólo, de la poesía del moguereño; pero ¿quién que fue o es poeta no lo hizo o no lo hace?

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