Un sermón convertido en cuentos
ALFONSO GARCÍA
Uno de los documentales que más me ha impactado es el que lleva por título La sierra , que tuvo también un importante impacto social en la Colombia de la época. Estamos hablando de los años 2003-”2004. En él aparecen con toda la crudeza imaginable los conflictos de la guerrilla, la autodefensa, la droga, la lucha por el espacio, las muertes convertidas en noticia sin importancia-¦ «La vida no vale nada aquí», como alguien me dijo, sería la conclusión definitiva, pues algunas comunas de aquellas montañas de Medellín estaban simplemente en manos de desalmados y muchachos armados.
En Medellín conocí el documental. Y quise ir a la Comuna 8, conocerla de cerca. Ante la insistente negativa de mis amigos de la Fundación «Taller de Letras Jordi Sierra i Fabra», accedieron, por fin, con la condición de que me acompañase un joven que había abandonado las armas -”¡había abandonado las armas a los 18 años!-”, empuñadas desde niño en la lucha contra los paracos y en defensa del barrio, sobre el que tenía, a pesar de su juventud, notable ascendiente.
Pasé la tarde con él en la Comuna, y puedo asegurar que no advertí el menor síntoma de inseguridad, a pesar de las muestras de crudeza que aún se respiraban. O se intuían.
E n este contexto, me contó una historia fascinante, que es, en alguna medida, la que entronca en este espacio. «El P. Jaime, un sacerdote ecuatoriano -”me explicó-”, decidió leer cuentos en lugar del sermón durante la misa del domingo. Y se creó una humilde biblioteca en el barrio-¦ Pronto empezó a notarse la influencia de la lectura y la disminución paulatina de la violencia. Créam e ».
Su mirada no admitía réplica.
La historia que se inició después es otro capítulo largo que me gustaría contar algún día. Tiene que ver con el actual Medellín qu e hoy es referencia mundial -“un ejemplo, el artículo de David Blanco en esta misma página-” en el tema de la lectura.
Es verdad que hay muchas confluencias en esta apreciación. Y una conclusión ya muy compartida: la lectura, la cultura ha sido causa fundamental para que la violencia disminuyera de forma notable en la ciudad colombiana, capital del distrito de Antioquia.
Los elementos que confluyen aún en la constatación del hecho son, en síntesis, estos: la vertebración del valle en que se asienta la ciudad con la instalación de un metro exterior y de línea alargada en algunas de cuyas estaciones enlaza los barrios asentados en ambas laderas de las montañas mediante el metro-”cable, con la consiguiente integración en la ciudad; la creación de los magníficos Parque-”Biblioteca, un concepto de biblioteca viva que, ante todo, es punto de encuentro, convivencia activa e igualdad; el decidido apoyo al proyecto del entonces alcalde Fajardo; la eclosión de entidades, tanto públicas como privadas, que sintonizan y trabajan conjuntamente para dar solidez y riqueza permanentemente a este proyecto común que siempre está en proceso hacia el futuro. Y varios etcéteras más.
Medellín es, en este sentido, y en otros muchos, un gozo. Y una reflexión para el soberbio pavoneo de las viejas culturas que, estoy seguro, necesitan nuevas estructuras, cambios e incentivos. Nunca la cultura puede ser un peligro. Considerar al libro uno más de los protagonistas del sentir diario, sin ser excluyente, es apostar por la riqueza colectiva. Sin miedos ni complejos.