«Soy partidario de la expresión simple de ideas complejas»
Karlos Viuda (León, 1973) trabaja en una burbuja colgada del cielo. Pinta y dibuja en un estudio casi encantado situado en lo alto de un vetusto edificio del centro de la ciudad. Un lugar cuya puerta de acceso es mínima, hasta tal punto que el
La luminosa buhardilla, de techos bajos y ligeramente inclinados, con luceras que permiten el paso de la luz sin paliativos y que en las noches sin nubes permiten contemplar las estrellas, está llena de elementos de trabajo: tableros de dibujo, aparadores repletos de libros de arte, mesas cubiertas de botes de pintura, brochas, pinceles y hasta un pequeño tórculo en el que el artista imprime artesanalmente sus grabados.
Y, claro está, sus paredes guardan celosamente dibujos y pinturas por todas partes, obras de diferentes épocas que reflejan su incesante trabajo. Viuda, jersey negro, gafas de montura mínima, antiguo reloj de cuerda (es coleccionista de viejas máquinas del tiempo), está dedicado plenamente a su trabajo. «Durante los últimos años he estado inmerso en una pintura matérica con la que he pretendido proporcionar una tercera dimensión a mis obras». Pero Viuda nos muestra también trabajos de su primera juventud, pinturas surrealistas de hace diez años en las que se refleja su admiración por El Bosco o Dalí. Dibujos fantásticos donde la imaginación puede con la seguridad del trazo. Grabados que nos hablan de su lenta evolución. Cuadros tridimensionales a los que incorpora los más extraños elementos.
Quemando etapas desesperadamente
Karlos Viuda trabaja por etapas, momentos que tienen claramente un principio y un final, «aunque -”dice-” todo es lo mismo, es como una gran carrera plástica con muchas paradas y en la que la meta está siempre muy lejos, tan lejos, que se pierde en el abismo del futuro».
Nos encontramos a l artista trabajado febrilmente en su pequeño tablero de dibujo, precisamente en una serie de dibujos realizados en su mayor parte con lápices de grafito y bolígrafos, que serán el cuerpo de una próxima exposición. «El dibujo -”comenta Viuda-” es esencial, en el arte todo parte de una línea que después se va complicando. Es interesante volver a los principios, al lapicero, a los grises y los negros sobre blanco, lo cual, sorprendentemente, me resulta muy gratificante».
Karlos Viuda no guarda las imágenes que inventa en su memoria, ni en la de su ordenador personal, su recordatorio es un pequeño cuaderno. «Este cuaderno -”dice-” me acompaña siempre. En cuanto tengo un momento de inactividad me pongo a dibujar en él. Aquí aparecen las ideas que luego se convertirán en dibujos o en cuadros, aunque el cuaderno en sí mismo tiene vida propia. En él reaparecen fragmentos de vidas anteriores, de cuando yo era un gran entusiasta del cómic (lo sigo siendo) y pretendía dibujar viñetas. Y aparecen, sobre todo, dibujos surrealistas que fueron protagonistas de mi trabajo en otro tiempo».
Efectivamente, las pequeñas páginas están plagadas de irónicas imágenes, de surrealistas personajes imaginarios y de los apuntes que luego se convertirán en los grandes cuadros del artista leonés. El cuaderno actual tiene dos años y quizá haya en él espacio para otros dos años de labor creativa, pero sería muy interesante que alguien se decidiera a publicarlo para que se descubrieran las múltiples facetas escondidas de este original artista.
Cuando la realidad se hace volátil
«Soy partidario de la expresión simple de pensamientos complejos», aseguraba a mediados del siglo pasado el pintor ruso Mark Rothko, paradójicamente uno de los pilares de la escuela pictórica de Nueva York y uno de los máximos representantes del movimiento American sublime . La obra del pintor leonés Karlos Viuda ha girado en algún momento en torno a las ideas y al minimalista expresionismo abstracto de este maestro.
Las abstracciones del pintor leonés tienen claras connotaciones con la naturaleza. «A mí me entusiasma contemplar los ríos al final de la primavera, cuando las grandes crecidas han dejado las orillas llenas de restos de árboles caídos, de residuos orgánicos abandonados a su suerte que se cobijan misteriosamente en los remansos del río. Me interesan profundamente los materiales de desecho, viejas chatarras, ramas y piedras corroídas por la erosión. Materiales que mirados a través de mi prisma personal, son auténticas y genuinas obras abstractas».
Una mente poliédrica
Si usted piensa que de Karlos Viuda se lo sabe todo, que sería capaz de conocer cualquiera de sus obras nada más verla, está muy equivocado. Viuda es poliédrico, cada vez que muestra al público su trabajo deja atrás sus ataduras con el pasado y comienza una nueva etapa en la que juega con otros elementos, pero siempre conservando sus esencias pictóricas.
Pero hay algo evidente, cada día el artista escapa un poco más de la fría superficie de la pared. Progresivamente va ganando centímetros al espacio. «Creo que en cualquier momento tendré que plantearme cambiar los pinceles por el cincel, o algo parecido». Efectivamente, de sus cuadros emergen unas formas milagrosas que pueden representar el caos o la gloria, pero que atacan sin misericordia la mirada del visitante. Comenta Karlos: «Tendré que contenerme un poco, porque de seguir así acabaré haciendo esculturas-¦ Y lo mío de verdad, lo que siento, es la pintura».
Estas obras de grandes relieves son todo un homenaje a lo que vive y muere, a los objetos encontrados en las orillas de los ríos o en las playas batidas por fuertes oleajes. Maderas pulidas por mil arenas, cortezas arañadas los animales salvajes, papeles recuperados de la historia-¦ El artista ha ido pensando sus obras mientras caminaba disfrutando de la naturaleza, de un entorno donde todo tiene que morir para que se realice el milagro de los nuevos nacimientos. Karlos Viuda procura que la germinación de la nueva vida se realice a través del arte, a través de su peculiar manera de entender la pintura. Y dentro de unos meses sabremos que de este momento no queda nada en la trayectoria de Viuda, que todo ha quedado resumido en unos poéticos garabatos en negro sobre blanco que seguramente nos contarán la misma historia de siempre, pero de otra manera.
Existen otras facetas interesantes de Viuda, por ejemplo su empleo de las texturas del papiro y de las cortezas de los árboles. Son estos dos elementos a los que en los últimos tiempos ha dado muchas vueltas y que han terminado convirtiéndose en auténticas pinturas en relieve que guarda como tesoros en delicadas cajas. La rugosidad y las calidades espectaculares de las viejas maderas y la delicadeza del papel, con el simple añadido de una línea roja, convierten estos elementos en obras estéticamente impecables, en pinturas sin pintura que son un homenaje a la botánica y a la mejor abstracción.
Volviendo a los orígenes
Hay también en su trabajo pinturas-¦ digamos tradicionales, con formatos pequeños y en las que el artista vuelve a jugar con las texturas en cuadros prácticamente monocromos que nos remiten a otros tiempos de su obra. «Algunas de mis vías de trabajo -”explica-” no han sido expuestas nunca al público, como es buena parte de mis dibujos. Ellos son para mí como un derrame, como una pavorosa diarrea creativa, en la que suelto todo de una manera descontrolada. Mi pintura va más a la síntesis, intento ser más certero. Lleva un proceso de trabajo muy lento pero casi siempre muy abigarrado, muy barroco, lleno de cosas que poco a poco se van haciendo más sencillas y que se van desmenuzando, desapareciendo hasta que emerge la realidad que busco. En los últimos tiempos he realizado exposiciones con muchísimo color que eran como una divertida fiesta. Ahora estoy en otro proceso porque empleo materiales que quiero que sean protagonistas, que no pasen desapercibidos. Quizá busco la serenidad empleando la sombra como elemento pictórico, intento que el mensaje sea solamente una sugerencia que capture al espectador».
Volviendo a lo primero, ¿cómo fueron sus comienzos en el arte? «Cuando era niño los juguetes más baratos eran un lápiz y un papel. Pero creo que mi interés por el arte lo suscitó en mí mi padre. Fue alguien que habitualmente me llevaba a ver exposiciones y me enseñó las bases del dibujo. El dibujo como juego infantil, como algo con lo que podía disfrutar cuando me aburría, y me ha marcado para siempre. Ese sigue siendo mi mayor hobby. Después estudié en la Escuela de Arte de León, hice Grabado, Técnicas de Estampación y Serigrafía Artística. Posteriormente realicé un curso de Litografía en Piedra y he tenido una formación que se debe al contacto con otros artistas y a ver arte, ver mucho arte».