Diario de León

Publicado por
N. MIÑAMBRES
León

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Vidas prometidas

Guillermo Busutil. Tropo Editores, Zaragoza, 2011. 190 pp.

Hay algo que sorprende de entrada muy gratamente en esta gavilla de relatos de Guillermo Busutil: el lema que abre la obra. Se trata de unos versos de Aurora Luque: «Tienes que vivir vidas. No la tuya, / no sólo la acordada, / también las aledañas, las pospuestas, / las previas, las futuras.» Este bello preámbulo se complementa con las «entradillas» que, en negrita, preceden a varios de los relatos, anticipando de forma muy subliminal su contenido. Las páginas se cierran con un «Epílogo», rematado con una observación precisa respecto a las vidas: «Cada una era la historia de una vida prometida». No deja de ser curioso que en ese epílogo se haga referencia a los gatos, presentes en estas páginas.

Vidas prometidas es un atractivo friso literario de vidas diversas. A pesar de que no existe coincidencia cronológica ni espacial, la sensación del lector es la de hallarse ante creaciones de condición unitaria. Todo ello es posible gracias a la presentación de situaciones trascendentalizadas con gran finura. El mundo de la enseñanza, el del periodismo, el ámbito rural, el de los ejecutivos y otras coyunturas vitales de absoluta normalidad (sin que falte en ocasiones un intenso dramatismo) son frecuente escenario psicológico. No falta la presencia de una condición tan humilde y rara ya como la del limpiabotas, «el limpia», narrador de sus tribulaciones en «Maurice», uno de los mejores relatos del libro. La diversa ambientación cronológica conforma una clara diacronía, que abarca desde el momento lejano en el que se sitúa «Estrella sin ley», el primero de los relatos, hasta «Un hombre llamado Proust», involuntario y triste protagonista del drama del paro. Algo semejante ocurre con el escenario, esencialmente bucólico y rural en «La siesta de Odiseo», frente a «Shaw & Maciá», localizado en un estricto marco urbano.

El libro se cierra con una delicada crónica de amor, «Un paraguas amarillo». Buena parte de los temas del resto de los cuentos tienen aquí un simbólico reflejo, especialmente la onomástica. Jacinto Bécquer y María Noé son la última referencia de nombres peculiares, de hondos e imprevisibles ecos históricos o literarios. Una originalidad de tratamiento onomástico que intensifica la finura literaria de la obra.

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