Sembrador en tierra
El sentido de utilidad es la razón que mantiene la fe y las creencias e incluso las organizaciones religiosas.
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Las victorias en algunos casos sólo consiguen la paz de los muertos o las libertades por decreto qu e chocan con la dignidad personal.
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En política se acostumbra a mentir tanto que cuando alguien no puede echar mano de una verdad se la inventa.
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La demagogia lleva incluso a llorar en público para emocionar e inducir la voluntad de los ciudadanos.
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Cuando estimamos la democracia como el mejor sistema político es porque no tenemos en cuenta sus consecuencias a veces nefastas.
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Si no somos capaces de compartir proyectos y éxitos no vale la pena la vida en sociedad.
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Los humanos nos desarrollamos tanto para que crezca la autoestima que cualquier día llegaremos a ser rumiantes o quizá caníbales de nuevo.
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Los programas de televisión son a veces tan buenos que generan sobre todo el placer de la somnolencia.
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Cuando uno se da cuenta de que vive en un rebaño de humanos, más añora la soledad y una isla vacía.
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La capacidad de poder no se define por establecer las normas, sino porque regula los premios y los castigos.
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Las claves de la convivencia no están en las reglamentaciones, leyes, prohibiciones, etc., sino en la educación en valores, para evitar excesos y abusos.
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Los integrismos, nacionalismos y terrorismos no subsistirían si no hubiera tantos individuos viviendo del tinglado.
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El hombre se manifiesta de verdad cuando tiene poder. Si lo usa adecuadamente tratará de conseguir amigos.
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Lo bueno del conocimiento es que nos informa sobre la ignorancia y el olvido.
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La vida agradable y en plenitud no depende de las grandes consecuciones, sino de los pequeños detalles.
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Quizá lo mejor de la vida pública es que no permite grandes realizaciones. Por eso los mejores políticos son los que menos actúan.
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Vivimos seguramente poco y mal porque no nos damos cuenta de que la mitad del tiempo estamos a oscuras o al menos nublados.
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No está muy claro si la máxima expectativa vital tiene que ver con el olvido o el recuerdo.
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La fuerza y la violencia son propias de espíritus miedosos, inseguros e insatisfechos.
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Puede que la justicia funcione muy bien, pero no vale en solitario, si no contamos con la paz.
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Muchos políticos se aíslan del pueblo hasta el punto de parecer de otro mundo. Pero ante los fracasos no dudan en culpar a los militantes de su propio grupo político.
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Sólo la incertidumbre, la mentira y el desconocimiento pueden hacer que se supere la preocupación y el dolor de la muerte.
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Para poder ser creativo es necesario voluntad, inteligencia, trabajo y mucho corazón.
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La creación artística y literaria depende de un individuo que impulsa esas creaciones, mientras el colectivo social es el receptor de lo creado.
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Parece algo frecuente que en la convivencia social, para ser armónica, conviene que no se piense mucho y, si puede ser, tampoco se tomen decisiones.
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En política cuando la mentira y el cinismo no son suficientes para convencer se puede llegar al fraude y a la calumnia sistemática.
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La vida cotidiana se nutre con frecuencia con simpatía, raciocinio y proximidad amistosa y así se puede conseguir el éxito.
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Los máximos valores individuales y sociales como la amistad, el amor, la convivencia armónica y la educación, entre otros, a veces se confunden con el comercio y el negocio.
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Uno de los planteamientos éticos mal entendidos se refiere a la vida sexual de forma crítica, sin tener en cuenta que es una faceta sustancialmente inevitable y muy satisfactoria.
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Llegamos a tal nivel de cretinismo que somos capaces de criticar el maltrato a los animales y a la naturaleza y no le damos importancia a la esclavitud humana.
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Si existiera un Centro en libertad estaríamos casi ante lo ideal; el problema es que ni en política ni en casi ninguna faceta de la vida existe la perfección.
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La agresividad es consecuencia de la frustración, el fracaso, los miedos y los rencores. La compensación viene con la prudencia y el realismo en las aspiraciones personales.
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Quien da limosna normalmente lo hace para tranquilizar su conciencia. Quizá sería mejor procurar la justicia que practicar la caridad.
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Los jueces y la suerte siempre favorecen a los más grandes, a los mejor preparados y a los más trabajadores. Los éxitos no son una casualidad.
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Nos pasamos la vida pendientes de la muerte y llorando por los muertos, pero sin creérnoslo del todo. Nos gustarían las excepciones.
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El excesivo deseo de triunfo suele producir ansiedad y si se trata del mundo político puede generar compraventas y traiciones.
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Los protagonistas y promotores del pensamiento único sólo piensan en su control y en el silencio asumido por los demás que les lleva a la victoria mal entendida.
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Los libros son instrumentos activos de cultura y conocimiento, pero pueden servir como armas arrojadizas.
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Las catástrofes y los castigos suelen ser invocados por los políticos o por eclesiásticos de carácter apocalíptico. Y todo ello porque no son capaces de convencer a la sociedad con argumentos.