Diario de León

Ernesto Sábato:el escritor comprometido

Siempre he admirado al escritor que no sólo demuestra su grandeza en la creación literaria, sino que amplía su papel en el mundo, asumiendo una cualidad de testigo de un territorio y un tiempo, y la lucha por una sociedad mejor. En este sentid

Doctor en Física, un replanteamiento personal llevó a Ernesto Sábato a abandonar la Universidad y pr

Doctor en Física, un replanteamiento personal llevó a Ernesto Sábato a abandonar la Universidad y pr

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TOMÁS ÁLVAREZ
León

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Mantuve una excelente relación con Ernesto Sábato en mis tiempos de director de la Agencia EFE en Argentina, época que hoy recuerdo con emoción, porque me dio también la oportunidad de conocer a fondo a otros grandes, especialmente a Jorge Luis Borges y Claudio Sánchez Albornoz.

Estos días, cuando los medios anunciaron la muerte del autor, se han recordado sus obras, El Túnel , Sobre Héroes y Tumbas y Abaddón el exterminador , y también se ha aludido a su papel en la Comisión Nacional sobre Desaparición de las Personas, que elaboró el conocido como Informe Sábato y que abrió el camino a la acción de la justicia contra los represores de la dictadura argentina.

Pero quiero profundizar más en el papel del escritor como hombre comprometido con su gente, y terminar haciendo una referencia a los escritores leoneses.

Nacido en Rojas (Argentina) en 1911, Ernesto desempeñó una activa militancia política de línea filocomunista hasta que quedó desengañado de la dictadura del proletariado. Crítico con el peronismo y la dictadura, para él era básica la defensa del hombre y la libertad, advirtiendo que la ciencia y la técnica deben estar al servicio del hombre y no al contrario, como él estimaba que ocurría en las sociedades tecnológicamente avanzadas.

La República Argentina era en la primera mitad del siglo XX una gran potencia mundial, y el nivel educativo magnífico. La existencia de científicos como Luis Federico Leloir, premio Nóbel de Química, no es fruto de la casualidad.

En aquella Argentina puntera en la ciencia, Sábato se doctoró en Física por la Universidad de La Plata y alcanzó cierto prestigio en el mundo de la Física Nuclear. Trabajó en el Laboratorio Curie, en París, y en el Instituto Tecnológico de Massachussets (EE.UU.), antes de retornar al país.

Mayor preocupación por el hombre

En los años cuarenta, el autor hizo un quiebro a su vida. De los estudios relativos a las radiaciones nucleares o a la física cuántica pasó en un replanteamiento personal a preocuparse más del hombre y, en coherencia con su pensamiento, abandonó la universidad y se retiró con su esposa, Matilde, a un rancho sin luz eléctrica, en la provincia de Córdoba, en el interior del país.

«No teníamos luz en casa, pero nos iluminaron los afectos y un hijo recién nacido», me comentó el escritor alguna vez en su casa de Buenos Aires.

No es casualidad que por aquella época Sábato publicase Uno y el Universo , ensayo en el que critica la deshumanización de la ciencia y las sociedades avanzadas.

En la década de los ochenta, animé a Ernesto a escribir artículos para la serie «Grandes Firmas» de EFE. Tenía que sacárselos con sacacorchos, porque no le apetecía nada ser articulista. Pero esa relación me facilitó un contacto cordial y permanente. Bien en alguna cafetería, en su casa (té a las cinco) o en la mía (paella valenciana y vino de Rioja), la charla era fluida y -”para mí-” sumamente enriquecedora.

Sábato era como un barómetro que medía el estado de su propio país. A Sábato le dolía Argentina; le dolían la dictadura, las desapariciones y la injusticia. Frente al dolor de la realidad argentina, el escritor recibiría en aquella época varias distinciones por su carrera literaria, llegadas de Alemania, Francia, Italia y España. Entre ellas llegaría el Cervantes de Literatura.

En casa del escritor, conocí uno de sus secretos: sus pinturas.

Quizá influenciado por su estancia en París, donde conoció al chileno Roberto Matta y al canario Oscar Domínguez, ambos grandes del surrealismo, los cuadros de Ernesto Sábato estaban llenos de elementos surrealistas y, sobre todo, expresionistas, con una utilización dramática del color, tal vez reflejando el desgarro que percibía en la sociedad en que vivía.

A veces, cuando evoco aquel tiempo, no puedo dejar de comparar el espíritu de Sábato con el de Borges.

Encuentros cordiales

Los encuentros con Sábato eran cordiales, pero la conversación acababa en la realidad de la sociedad, a veces ingrata. Los encuentros con Borges eran también cordiales, pero absolutamente fuera del tiempo. Abundaban los chistes y lo mismo surgía una cita de Virgilio que de Robert Stevenson. A veces tenía incluso la sensación de que Jorge Luis Borges vivía fuera del tiempo. Tal vez por vivir fuera del tiempo, a Borges no se le dio nunca el Nobel de Literatura. Vivía tan fuera de la realidad que «comprendió» a los golpistas militares que embarcaron a su país en la dictadura y las desapariciones.

Finalmente, una alusión a los escritores leoneses. Hay entre los nuestros, magníficos autores que «sienten» el territorio y la sociedad de la que son herencia y fruto. Cito especialmente a dos: Juan Carlos Mestre y Julio Llamazares. Su valentía contribuye a revalorizarlos.

Y hace falta valentía para denunciar la marginación del territorio, el caciquismo o las minas a cielo abierto en Laciana. Se puede denunciar sin caer en nacionalismos o chauvinismos. La denuncia da voz y alma al territorio; ayuda a mantener la dignidad del pueblo.

Es cierto que la denuncia puede privar de un «premio» o de un viajecito a la Feria del Libro de Guadalajara o a la de Franc-fort, pero el escritor tiene la obligación ética de ser fiel al territorio en el que forjó su alma y su fantasía. Es indigno ser escritor de doble discurso, en función de las audiencias. 1396927554

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