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Marco Polo no fue solo

Pilar Lozano Carbajo y Alejandro Rodríguez. Ilustr.: Jordi Vila Delclòs. Ed. Bruño (col. Altamar), Madrid, 2011. 160 pp. Premio Lazarillo 2010. A partir de 10 años

aLFONSO GARCÍA

S i el viaje siempre es enriquecedor («¡Era hermoso viajar!», leemos en estas páginas), posiblemente el que se narra en este libro, ubicado cronológicamente en la segunda mitad del siglo XIII -por tanto, sin consolas, cine, televisión ni internet-, lo sea aún más. Se trata del realizado por la expedición como «mensajeros del Gran Kan, emperador de China» desde Venecia, «siguiendo la ruta de la seda que el emperador había marcado», hasta Oriente, durante más de tres años. Es verdad que Marco Polo contó el viaje en el Libro de las maravillas . Refiriéndose a él, Mateo, uno de los protagonistas del título ahora comentado, afirma: «Son ciertas esas cosas. Y como dice muy bien Marco, las vimos con nuestros propios ojos y así las ha relatado. Son ciertas esas y otras cosas-¦, y aunque cuenta maravillas, yo os digo de verdad que no ha contado ni la mitad de lo que hemos llegado a ver en nuestro viaje a estas tierras».

Pues bien, en Marco Polo no fue solo se cuentan otras cosas, especialmente las protagonizadas por un trío de jovencitos -Patrizia, Mateo y hasta el propio Marco Polo, una pandilla dentro de la expedición-, lo que permite una nueva mirada que hace más atractivo el viaje, si cabe, a los jóvenes lectores de hoy. Mateo, «un chico menudo de apenas ocho años», aprendiz de zapatero, había oído hablar en Venecia, su ciudad, de Marco Polo: «De la galera desembarcaron baúles repletos de tejidos de seda, especias, joyas y cerámicas». Las circunstancias le llevaron, igual que a Patrizia, que tenía un pelín de maga, al barco de Marco Polo, que iniciaba una nueva expedición. Como polizones. Descubiertos, fueron, al fin, perdonados de ser arrojados al mar. Pero «desde ahora -les advirtió el capitán- sois los criados de toda la tripulación y trabajaréis por vuestro alimento: dos raciones diarias de pan y un vaso de cerveza».

Desde ese momento se sucederán, sin interrupción, múltiples aventuras, situaciones cambiantes y curiosas -no pocos momentos en que se mezclan realidad y sueño-, personajes de toda índole y condición, misterios llenos de fascinación-¦ Escuderos Patrizia y Mateo, aunque momentáneamente, de un alocado señor, sometidos a pruebas complicadas -la prueba del aceite del Santo Sepulcro, en Jerusalén, es buena referencia-, secuestrados, enfermos-¦, atravesaron ciudades y territorios, desiertos y montañas-¦ Y ahora se cuenta en estas páginas lo que vieron, prácticamente todo lleno de sorpresas y deslumbramientos. Un viaje realmente maravilloso para el lector, que asistirá, además, a un final inesperado, que ni siquiera los atisbos amorosos apuntados en algunos momentos permitían prever.

El texto narrativo es fácil de leer, por la naturalidad con que saben contar la historia, por el apoyo en diálogos abundantes y atractivos y por los rasgos en que el humor y la ironía se asientan a lo largo de estas páginas.

En una edición cuidada con mimo, las ilustraciones, a color, finas y trabajadas, aportan otro sello más de garantía para una lectura sumamente grata.

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