Notas desconocidas sobre el León de los años 20 (1)
Desde las noticias de Aymeric Picaud que en su Codex Calixtinus se refirió a León como «ciudad toda llena de felicidades» hasta las impresiones del último viajero que recorre ahora el Camino de Santiago, esta ciudad a la que dan su abrazo fluvial el Torío y el Bernesga, ha recibido múltiples homenajes.
I ncluso don Claudio Sánchez Albornoz trató de recrear su imagen buceando en los documentos medievales para Una ciudad de la España cristina hace mil años . Pero tal vez las obras aparecidas en los felices años veinte no han recibido el debido reconocimiento. Estas líneas pretenden sólo rescatar ciertos autores humildes; algunos tan humildes en su visión como la de la Enciclopedia Álvarez.
Los tiempos modernos arrancan de las aportaciones del Diccionario Gegráfico-estadístico-histórico de don Pascual Madoz («la entrada de León figura en el volumen X aparecido en 1847») y de José García de la Foz, en su Crónica de la Provincia de León . Pero los autores que escribieron obras en los años 20 parecen estar condenados al olvido. Seguramente siguieron la estela erudita de los autores citados, aunque-¦ es injusto su olvido. Estas líneas tratan de rescatar obras y autores que no suelen estar en las páginas oficiales. Tal vez don Policarpo Mingote y Tarazona fue el último investigador sobre León en su Guía del viajero en León y su provincia (1879). La más próxima a estos años 20 es la de José Mourille, Provincia de León (Guía general) . Toledo, 1928.
Una visión muy noventayochista de esta tierra
No deja de ser curioso el caso de León Roch, autor de la obra Una visita a León (1916). Es curioso el caso porque León Roch (homónimo del personaje de una novela de Benito Pérez Galdós) es el seudónimo de Francisco Pérez Mateos, un buen historiador, con alguna obra famosa sobre Madrid. Él escribe también Visita a León (1916). Lo curioso de una obra como ésta (no llamada, a buen seguro, a ser un éxito de ventas) es que esté presente en el mercado editorial en dos ediciones diferentes.
Una de ella, la de mayor belleza bibliográfica, ofrece en su portada, sin referencia al autor, el título-¦ Impresiones de un viajero. Una visita a León. Ante la pulchra leonina. Madrid, Julio, 1916 . La segunda de las obras es Una visita a León , e incorpora el subtítulo interior: Castilla, madre. La ciudad y sus monumentos. La «Pulchra Leonina». Iniciativa loable. Un profesor de las artes, un gran artista y una hermosa obra . Madrid, MCMXVI.
La descripción de los monumentos es una visión convencional, pero no lo es tanto la imagen de las tierras de Castilla, en la misma línea de los escritores de la Generación del 98, en un tono exacerbadamente lírico: «Tiene siempre para sus amadores la noble tierra castellana un encanto singular, un atractivo indefinible. Cuantas más veces se la visita y se admiran sus viejas ciudades, de faz austera y venerable, más se la quiere y reverencia». De forma unamuniana advierte León Roch: «Ella es como la esencia espiritual de nuestra raza, el alma entera de la patria». Y aclara: «Aquella raza intrépida y andariega, brava para la lucha, grande para el sacrificio, es siempre el pueblo sano y fuerte, trabajador y sufrido, que tiene en la virtud, en la hidalguía y en la fe sus más altos blasones (-¦). Como cantaba el ilustre poeta: «Esta es la grande tierra de los nobles / la de las hondas e intensas clamas, / de los espíritus como los robles, / y de los cuerpos como las almas. (-¦) La de silentes villas famosas; / la de castizas urbes ancianas; / noble dos veces: por generosas / y castellanas».
La histórica ciudad de los Ordoños
Y siempre buscando la esencia: «Aunque el aspecto cambie al exterior, son siempre por dentro las mismas venerables urbes, en cuyas calles y en cuyos monumentos el soplo de las viejas edades orea los espíritus y los tonifica, evocando en el pensamiento los recuerdos de un pasado de esplendor».
El capítulo segundo sirve ya para localizar el destino de la experiencia viajera: «De retorno de una grata excursión por el Norte, nos hemos detenido en esta atractiva y nobilísima ciudad de León, tan merecedora por muchos conceptos de la admiración de las gentes (-¦) La urbe leonesa debe ser siempre estación obligada para el peregrino». Y remata León Roch: «la histórica ciudad de los Ordoños, tan piadosa y amante de sus tradiciones, embellecida por la leyenda, inmortalizada en la historia y gloriosamente coronada por el áureo joyel de su Pulchra Leonina » (p. 10).
León Roch lamenta un poco que León haya perdido su carácter, aunque afirma: «En su aspecto externo se ha modernizado, ofreciendo un cariz risueño y simpático, al que contribuyen sus pintorescos alrededores, en la parte de la fecunda vega que riegan los ríos Bernesga y Torío. Da fe de que su recorrido por la urbe ha sido jugoso y productivo, como lo demuestra el hecho de que se desplace hasta el santuario de la Virgen del Camino, «lugar de típicas romerías, que merecieron algunas páginas para ser descritas». Y advierte algo que creo que desconocen los leoneses: El Santuario «pertenece, como los grandes caserones que le rodean, al real Patrimonio» (p.11). Un tipo más, en fin, enamorado de los encantos de estas tierras frías.