Notas desconocidas sobre el León de los años 20 (y 3)
Como las demás provincias, León recibe un trato profundo e idealizado en España, mi patria . Aparte de la condición histórico-legendaria de sus orígenes, León recibe un trato científico en lo geográfico, aunque de forma casi imperceptible la información del autor se desliza por los caminos del idealismo.
E n la parte occidental, el viajero goza del encanto que le ofrece la húmeda y templada región del Bierzo, circundada por ásperas y elevadas sierras, donde se doran las mieses, verdean los prados, sazonan los más exquisitos frutos y la viña y el olivar dan al labriego sus regalos a porfía. El sur resulta igualmente una comarca ubérrima: «en la parte meridional aparecen extensas llanuras, que rinden abundantes cosechas de riquísimo trigo, garbanzos, judías, muelas, hortalizas, lino y vinos recomendables y en el centro de la provincia se abren anchurosas y fértiles vegas, como la del Esla y del Órbigo, pobladas de copudos árboles, donde los productos agrícolas raras veces acusan la escasez».
Don José Dalmáu Carles es optimista respecto al futuro de la provincia leonesa por la riqueza de su minería: «No creemos aventurado asegurar que sonríe a esta provincia un porvenir de esperanzas halagüeñas, porque es general el convencimiento de que su subsuelo es un venero inagotable». Aparte de la hulla, «el hierro, el cobre, el cinc, el manganeso y el cobalto dan señales inequívocas de criaderos abundantes». No falta, como era de esperar, la presencia del oro: «Y las orillas del Sil recuerdan todavía las gentes que han vivido con el producto del oro que recogían en sus magníficas arenas». Tal riqueza le lleva al autor a recordar la actividad de los romanos, «sus trabajos y excavaciones colosales, que a cada paso se descubren en la región occidental».
Su balance respecto a la industria es bien explícito: «La industria leonesa consiste en la producción de ciertos tejidos; el laboreo de algunas minas; la elaboración de aceites de linaza; fábricas de harinas, papel, curtidos y electricidad; lanas, mantecadas, agricultura y ganadería».
La descripción de la ciudad responde a ese concepto idealizado, semejante a fin de cuentas a la visión de don José Ortega y Gasset, que visitaría también León por estos años: «La ciudad de León, de unos 19.000 habitantes, capital de la provincia de su nombre, solar de mártires cristianos, evoca el recuerdo de aquella edad heroica en que los reyes tenían por trono la silla de sus corceles». Inevitable y justo resulta su evocación de la catedral: «tesoro del arte gótico, de exterior grandioso dominado por las agujas de crestería de sus altas torres y erizado de pináculos y botareles, con portadas donde el cincel de la Edad Media acumuló los más sorprendentes primores».
Los maragatos
Sorprende su recorrido geográfico por la provincia, en el que casi nada dice de cada uno de los pueblos, pero ninguno queda ausente de su interpretación histórica. Como los viajeros románticos, don José Dalmáu Carles siente el hechizo misterioso de la Maragatería, «una región accidentada y pobre, de unos 500 kilómetros cuadrados de superficie, en la que se hallan enclavados 36 pueblos». No supera el escritor catalán su estereotipo: «sus habitantes, los maragatos, se diferencian de todos los de la Península por su fisonomía, por sus costumbres, por su indumentaria, y, en fin, por cuantos caracteres físicos y morales constituyen la nota típica de un pueblo». Y perfila con detalle su condición personal y humana: «Son sumamente laboriosos, francos e independientes, suspicaces y hospitalarios, y es general opinión que proceden de un grupo de berberiscos que se quedaron entre Astorga y León en los días de Alfonso I de Castilla».
Además de referirse a sus pintorescas costumbres, su acento peculiar y su traje, recuerda el autor que «sus ocupaciones favoritas son la arriería y el comercio». Prueba de que conoce la información de primera mano es su visión de los maragatos en la capital de España: «En Madrid se les ve dedicados a la venta de pescado». Y no falta la observación en torno al chocolate: «En Astorga establecieron las afamadas industrias de chocolates y mantecadas, y ellos llevaron a Palencia la fabricación de mantas y cobertores».
Cuenta el pueblo -es una suerte de antigua leyenda urbana- que fue por estos años cuando la más bella de las canciones leonesas-¦ se hizo verdaderamente popular: «Yo no sé cantar / yo no sé reír. / Si me sacan de León, / yo no sé cantar, / yo no sé reír.../ Paso la vida llorando / y suspirando, / León, por ti».