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Publicado por
NICOLÁS MIÑAMBRES
León

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Antonio Viñayo. Abad

VV. AA. Ed. Instituto de Estudios Leoneses. Consejo Superior de la Casa de León en Madrid (col. Legio), Madrid, 2011. 68 pp.

Es indiscutible la relevancia religiosa, humana e intelectual de don Antonio Viñayo. De ahí lo justo y oportuno de esta publicación de la Casa de León en Madrid. El opúsculo tiene otro destinatario, como apunta Cándido Alonso Hidalgo: «a la Real Colegiata de San Isidoro, que ha sido, con la atenta mirada de ese Gallo «vivales»… a lo que se ha dedicado en cuerpo y alma».

El resultado es una gavilla de excelentes trabajos que ponen de manifiesto la personalidad y la obra de don Antonio Viñayo, fuente de la variedad de los estudios. Algunos de ellos, como el caso de Miguel Cordero del Campillo, se centran en la vertiente biográfica y en el vasto conjunto de sus publicaciones. Es objetivo que se complementa muy bien, en el campo de lo religioso, con las aportaciones de Antonio Trobajo, en «Don Antonio en la diócesis de León». A Félix Pacho Reyero el epígrafe «La simbiosis entre la colegiata y el abad» le sirve para recuperar el «curioso fenómeno bipolar, asturleonés» que encarna don Antonio. Aproximándose a la visión de la Colegiata, don Francisco Rodríguez Llamazares traza una precisa panorámica de lo relacionado con «Los canónigos regulares». No falta una detallada memoria de las «Intervenciones de restauración de la Real Colegiata de San Isidoro de León (1999-2010)», obra del arquitecto Ramón Cañas Aparicio. En «Las reflexiones sobre la Real Colegiata de San Isidoro de León. Espacios y funciones», Etelvina Fernández ofrece una visión muy orientadora. Dentro de ese espacio, el Gallo de San Isidoro (respecto a cuya condición artística don Antonio Viñayo anticipó hace décadas hipótesis certeras) se acerca María Amor Fombella Blanco, en «Enigmas del gallo de San Isidoro», recordando con acierto la «historia de las investigaciones». Se ofrece también una visión histórica divulgativa del Pendón de Baeza, obra de Urbano González Santos Díaz Caneja, así como de la Adoración nocturna, elaborada por Miguel Ángel Cabezas Fernández. La condición de la colegiata le sirve a Ara Antón para recoger una serie de leyendas.

Una serie de testimonios personales completan la semblanza del ilustre personaje: Fernando Suárez escribe sobre la elección de «Leonés del Año»; Guillermo Suárez lo hace sobre la condición de Académico Numerario y don Antonio del Valle recuerda experiencias de afecto y colaboración en «El mecenazgo a través de la amistad». Está presente también la ceremonia tan leonesa de las cabezadas, vista desde la perspectiva de Javier Chamorro en «Mis queridas cabezadas». Un epílogo cargado de nostalgia (con el texto en el que don Antonio Viñayo evoca su primer contacto con León y, sobre todo, con la Colegiata de San Isidoro) sirve de colofón a la obra. Un conjunto de trabajos que actualizan de forma precisa y oportuna la feliz complejidad humana y erudita de don Antonio Viñayo.