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ÁNGEL BALLESTEROS SAHORÍ. MÉDICO Y ESCRITOR

«Es un libro de viajes, de infortunio,de adversidad, de amor y de odios»

La Cruz de Casarrubios. Juan de Dios, santo y judío. Explícito título para una excelente novela histórica en torno a la figura de Juan Ciudad Duarte, escrita por Ángel Ballesteros Sahorí, médico cirujano vinculado a la clínica de esta orden hospitalaria en León. La sorprendente vida del fundador de lo que acabaría siendo la mayor organización hospitalaria altruista del mundo, llevó al doctor Ballesteros a dedicar años a recopilar datos sobre la figura de Juan Ciudad, trabajo que ahora ha plasmado en una novela de 880 páginas.

Ángel Ballesteros Sahorí ha escrito una excelente novela histórica en torno a la figura de Juan Ciudad Duarte.

Publicado por
F. ALLER
León

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—Cuando nos enfrentamos a una novela que se sustenta en la historia, máxime si es la vida de un personaje, siempre queda la duda de cuánto responde a los hechos reales y qué parte a la imaginación del autor. ¿Lo puede desvelar usted ahora?

—En un momento la definí como novela histórica o historia novelada. Pasado el tiempo es posible que ni yo mismo sepa si realmente es novela histórica o una historia novelada. Lo que sí sé es que la investigación y la comprobación histórica han sido exhaustivas. Las conjeturas que se pueden sacar de ese libro algunas son frutos de la reflexión, del estudio, de los comentarios… y ha empezado a crearse en mí una cierta bruma. Empiezo a dudar de lo que realmente es historia y lo que es ficción.

—¿Cómo fue la génesis del libro?

—El libro parte de una historia que hace 400 años se contó mal. Realmente no se quiso contar. Era una biografía de 108 páginas y de ahí han arrancado miles y miles de escritos posteriores, en libros y revistas. Yo he contado una historia que, aunque novelada, es también historia por el rigor en el estudio de la documentación utilizada.

—La novela va más allá de la vida de Juan Ciudad, después Santo, porque una parte muy importante de las casi novecientas páginas está dedicada a contextualizar la figura del protagonista en el momento histórico que le tocó vivir…

—En ningún momento yo hablo del santo. En el libro se habla de Juan Ciudad Duarte, al que se canoniza 150 años después de su muerte, ocurrida en 1550. Por lo tanto, esto no es una hagiografía, no es relatar hechos milagrosos, sino que he tratado de poner en valor a un personaje, eso sí, admirable. Pienso que es un personaje irrepetible.

El libro recoge hechos cruciales a caballo entre los siglos XV y XVI, como son el decreto de expulsión de los judíos de 1492. La gran tragedia que supuso la expulsión de un pueblo o la conversión al cristianismo de los judíos conversos. La familia de Juan Ciudad era judía conversa. Eso da armazón y cuerpo al libro, que se convierte así en un libro de viajes, de infortunio, de adversidad, de amor y de odios.

—¿Por qué el título de La Cruz de Casarrubios. Juan de Dios, santo y judío ?

—En 1959 un investigador español. Vidal Benito Revuelta, encuentra el censo que hizo Felipe II de los pueblos de España. Aquellos se hacían bajo la supervisión de los curas del pueblo correspondiente y con tres ancianos del pueblo «de buena memoria». Este censo se hace en 1575, sólo 25 años después de que haya muerto Juan Ciudad Duarte. A los tres «ancianos de buena memoria» se les pregunta por personajes ilustres en la pregunta 38 y es ahí cuando citan, entre otros, a Juan Ciudad como hijo del pueblo.

Para mí, no existe duda alguna: Juan Ciudad era español y no portugués.

—Su interés por la figura de San Juan de Dios lo despierta, como parece obvio, la vinculación profesional al hospital San Juan de Dios…

—Sí. El hospital San Juan de Dios se inaugura en 1968 y cinco meses antes había comenzado yo a trabajar en el centro, con tres o cuatro personas más.

—Para usted, ¿Juan Ciudad es un hombre de acción, es un hombre místico, es un loco…?

—Yo creo que es un hombre inicialmente con una vida anodina. Llega a Oropesa con ocho años, a finales de 1504. El dato es importante como se verá en el desarrollo de la novela, porque es cuando muere el Conde de Oropesa. No vamos a desvelar al lector más aspectos de la novela, pero sí podemos decir que participa en el cerco de Viena y también como servidor de Fernando de Oropesa en una embajada diplomática. De regreso a España, su vida da un vuelco.

—No tiene un padre conocido y en la novela se le atribuye como padre a un noble… ¿Dónde empieza y acaba la ficción?

—El grado de misterio que rodea sus años en Oropesa es grande y sustancial. Con todos los respetos que yo tengo al primer biógrafo de San Juan de Dios, Francisco de Castro, pienso que nos engañó. Nos dice que no era ni rico ni pobre y que era hijo de cristianos viejos. Por otra parte, algo lógico que no pudiera revelar la verdad, porque en aquella época estaba activa la Inquisición y había cosas que no se podían decir. De ahí mi curiosidad por el personaje. Demasiadas cuestiones no encajaban y ahí surgió mi inquietud por saber.

—Cuando vuelve de Flandes, se produce un hecho que usted ha calificado de trascendental…

—El conde de Oropesa acude a recoger a su hijo Fernando de Oropesa a la Coruña, a donde llega gravemente herido. El conde de Oropesa le hace algunas revelaciones a Juan Ciudad Duarte, que viajaba como criado de su hijo. A partir de ahí, acuciado por la curiosidad, va en busca de sus raíces a Montemos o Novo (Portugal). Aquí el destino le da un gran zurriagazo. La historia que conoce le deja desconcertado. Quiere huir a tierras desconocidas, comienza el oficio de librero, y al final encuentra su camino en la ayuda a los demás, tras escuchar una predicación del padre Ávila. Fue una catarsis que le lleva a ser considerado como un loco por quienes le ven y le escuchan, hasta el extremo de ser ingresado en el Hospital Real. Allí ve como se trata a los locos, como se les humilla, y de aquí surge el hombre generoso, volcado en los demás. Ahí empieza a conmoverse del dolor ajeno.

—Estremecedor resulta el relato del manicomio… Sin duda una aportación histórica relevante que no dejará indiferente a los lectores.

—Efectivamente, más allá de la biografía, el libro aborda aspectos históricos muy documentados. Inicia la labor hospitalaria en una sociedad en la que la inmensa mayoría de los ciudadanos no tenían ningún recurso. Y máxime si se tiene en cuenta que trabaja en un reino recién conquistado, en Granada.

—Persiste en el empeño y consigue numerosas ayudas, pero alguna sorprendente, como la que le presta el secretario imperial de Carlos V, Francisco de los Cobos.

—Sin duda es sorprendente. También en el libro se explica por qué. Desde una visión de pragmatismo, es evidente que alguien tenía que abrirle las puertas. Sin menoscabo de la lucha personal contra el dolor, contra el ambiente de las prostitutas, de su entrega, la realidad es que tuvo apoyos importantes que requieren alguna explicación que no sea simplemente la generosidad humana.

Para Ángel Ballesteros Sahorí, Juan Ciudad resulta un personaje que causa admiración a medida que se conocen detalles de su vida. Admiración que no oculta, en palabras del autor del libro, que «ante todo nos encontramos ante un hombre, controvertido, humano…».