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León

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Rico y Óscar

y el secuestrador

del súper

Andreas Steinhöfel. Ed. Bruño, Madrid, 2011. 296 pp. Premio Nacional de Literatura Juvenil de Alemania 2009. A partir de 12 años

Debería explicar –leemos en las primeras páginas- que me llamo Rico y que soy un niño infradotado. Esto quiere decir que, aunque pienso mucho, voy más lento que los demás». Uno de nuestros protagonistas, que pone con frecuencia a todo el mundo de los nervios, especialmente a los vecinos, vive con su madre, que «trabaja hasta el amanecer» en un club. Pero Rico, a pesar de todo, es un chico simpático y equilibrado, aunque un poco solitario.

Circunstancias de la vida, un día se cruza con Óscar, un niño superdotado –al principio le parece a Rico un poco pedantillo-, y se hacen buenos amigos, quizá porque hay algo que tienen en común: son diferentes y saben que eso implica cierta soledad. «Noté –escribe Rico, el narrador- que había una gran diferencia entre Óscar y yo: yo casi siempre estoy de buen humor, pero no sé tantas cosas. Óscar sabía un montón de cosas curiosas, pero, a cambio, su ánimo estaba por los suelos».

Distintos pero complementarios. Amigos.

La ciudad en la que viven, Berlín, está atemorizada porque desde hace un tiempo se producen no pocos secuestros de niños. Un día Rico ve en las noticias que ha secuestrado a su amigo Óscar el tristemente famoso «secuestrador del súper» («Míster 2.000»). A pesar de su discapacidad, se pone manos a la obra para rescatarlo, porque «Óscar, que ahora mismo estaría atrapado en alguna parte y, por muy listo que fuera, seguro que se moría de miedo».

Vivimos unas intensas secuencias en el rescate, que conduce a un vecino como autor del secuestro. Menos mal que en el vecindario vive también desde hace muy poco un inspector de policía, que ayuda a Rico y a Óscar a llevar al secuestrador a la cárcel.

Una interesante historia que resalta el valor de la amistad, el coraje y el amor familiar, y todo con una mezcla equilibrada de humor, compasión y sinceridad.

Debemos añadir la agilidad en la narración, que, en forma de diario, y por recomendación de su profesor Wehmeyer, convierte a Rico en un buen narrador: «Aunque tu ortografía deje aún mucho que desear –dijo-, lo importante es cómo escribes. Tienes talento. Eres un buen narrador…, si dejamos a un lado las largas digresiones. Ya sabes, esa parte en la que hablas del mar del Norte».

Aventura, acción, humor, a veces de cierta dureza refrescante, como la realidad. Lenguaje vivo y sencillo pero muy cuidado, eficaz y natural. Una buena conjunción que estimula el interés por este primer título de una trilogía.