Diario de León
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NICOLÁS MIÑAMBRES
León

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Transversal a la elegante y bulliciosa Calle Ancha, la calle Regidores recibe todavía en callejeros clásicos la denominación de otro tiempo: General Mola reza en alguna publicación. Con la antigua Via principalis como mástil vertical, forma una plástica cruz urbana . Sus brazos hallan referencia en dos hitos profundamente leoneses: por el septentrión, lo conforman el Palacio de los Guzmanes y el señorial edificio del Hotel París, antiguo palacio de Villasinda. Por el sur, culmina en el egregio Palacio de los Condes de Luna, un dechado de restauración. Al fondo, en el Rincón del Conde de Rebolledo, un saúco desgarbado y viejo, dota de una recoleta verdura al espacio sombrío.

Entre ambos extremos, aflora una alegoría arquitectónica del León castizo, símbolo del pasado señorial. Casas antañonas, de recio sabor y aleros generosos, muestran el símbolo de esplendores pretéritos. La acera derecha no admite desvíos, salvo el rincón de Bodegas Regias. Cuna de esencias gastronómicas, es también acceso a sus secretos arquitectónicos; pocas miradas de la muralla medieval resultan más sorprendentes.

Enfrente, la calle de El Paso abre perspectivas hacia el dédalo de callejones de ese León antiguo arracimado en torno a la iglesia de Palat del Rey, esencia de otros tiempos. Volviendo a la calle, ambas aceras muestran la pasada riqueza de sus edificaciones. La casa solariega de la Fundación Octavio Álvarez Carballo contrasta con la modernidad de ciertos edificios comerciales, asentados en casonas de gran fuste cronológico. Dan fe de ello dos cartelas oportunas: Regidores 2 - 1856. Regidores 2 - 1890.

La Calle Regidores desemboca en el estuario de la Plaza del Conde Luna, plaza recoleta, con el ángulo estético del Palacio y el corazón comercial del Mercado. Cercanos están todavía los tiempos de vergüenza, oprobio y estulticia en los que el Palacio servía de triste almacén de frutas y verduras. Sus últimas boqueadas estéticas sirvieron para alertar a la conciencia ciudadana y poner en marcha los denodados esfuerzos de su salvación. Fue, aunque tarde, el momento de la reconciliación de los leoneses con un espacio secular y majestuoso.

E l islote del Mercado cubierto parece barco mercantil varado en esta plaza, mar interior, urbano y familiar. Dan perímetro a su costa tiendas y recintos comerciales de variada estructura y condición, desde un recio y rutilante modernismo hasta la humildad de tendejones de tapial, recientemente desaparecidos.

En su interior, burbujea el bullir de la vida casi de otro tiempo. Antonio Gamoneda evocaba estos mundos con extraño desasosiego: «Perdido estuve en los mercados, encendido en los rostros reunidos por la voz ferial, ciego en la cinta y el aroma de los alimentos, confundido en el fondo de la alegría» . Es el mundo en el que pulula el hormigueo humano de todos los gremios y familias de la alimentación. Un mundo que se nutre del relente gélido de las madrugadas invernales y del aroma acre y asfixiante de los mediodías del estío. «Fluyen las aguas de la vida -recuerda el poeta- en un río sin nombre, en una rueda sin nombre en un tráfico de suciedad gloriosa, de corazón en corazón, de mano en mano» . Como la vida, al fin. He ahí los secretos y frescos alimentos del mercado, de una pureza alimenticia que las grandes cadenas amordazan en sus extensas superficies. Casi un reflejo angustioso del omnes ferunt, ultima necat. Quiera Dios que ese triste final retrase su llegada a espacios creados por gentes que se fueron.

Y al final, mirando al mediodía, la regia condición del tantas veces evocado Palacio de los Condes de Luna, símbolo leonés, recuperado. Artesonados, vigas policromadas, ventanas renacentistas, enlosados exquisitos… se salvaron del deterioro gracias a la fe de unos pocos leoneses. Ahí sigue, majestuoso, como guardián sosegado y sereno de ese León que se apretuja en el Barrio Húmedo, barrio lejano del León del Ensanche y de la modernidad. Tal vez no exista mejor símbolo de esta doble condición que esa Plaza en la que se disipa y funde la trayectoria urbana de la Calle de Regidores.

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