Diario de León

Publicado por
NICOLÁS MIÑAMBRES
León

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Conversación

Gonzalo Hidalgo Bayal. Tusquets Editores, Barcelona, 2011. 238 pp.

Aunque tardío, Gonzalo Hidalgo Bayal empieza a recibir el justo reconocimiento a una obra narrativa que se halla entre las más sólidas del panorama nacional. Como descanso creativo de la complejidad técnica y expresiva de El espíritu áspero (2009), el escritor extremeño se adentra en el mundo del relato, campo en el que se comporta con parecida pericia y profundidad. Hay que tener en cuenta que Conversación incluye cinco relatos, lo que de entrada evidencia su extensión y la sensación de que alguno de ellos es una novela breve. Aunque se trata de piezas diferentes, todas son elementos de una perfecta gradación narrativa, que culmina en «Reparación». No falta en ellas una relación temática, a veces muy sutil, con la obra del escritor y una característica peculiar: el relato en primera persona del plural y el monólogo, acordes con el título de la obra, conforman la voz del narrador, transformada en textos carentes de pausa. No existe el punto y aparte en los cinco relatos. La experiencia personal narrada en «Kalé heméra», cargada de nostalgia, deja paso a «Corzo», un relato complejo, en el que la importancia de la naturaleza salvaje modela, de alguna forma, la personalidad del protagonista, no exenta de un inquietante atavismo. Casi un alter ego del autor resulta Saúl Olúas, un onomástico palíndromo, quien trata de rescatar la misteriosa personalidad de Pedro Enrique, Petrus en los tiempos de estudiante, símbolo enfervorizado y entusiasta de la vocación por la Filosofía, truncada por factores familiares. Un extraña interpretación de la amistad y el odio (originada desde los tiempos del bachillerato y mantenida de forma reflexivamente hostil hasta la edad adulta) es el trasfondo psicológico de «Monólogo del enemigo».

La obra se cierra con «Reparación», un ambicioso y complejo relato en el que se manifiestan de forma muy expresiva ¿buena parte de la temática de los de los relatos anteriores? Bastaría reflexionar sobre la hondura polisémica del título (a través de ese personaje misterioso que, postrado en un sillón, dirige su monólogo a un ser desconocido) para constatar de forma fehaciente la maestría de Hidalgo Bayal. A lo largo de sesenta el autor mantiene la tensión narrativa sin resolver ninguno de los temas planteados.

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