Un pretérito imperfecto muy literario
Pájaro sin vuelo
Luis Mateo Díez. Ed. Alfaguara, Madrid, 2011. 276 pp.
Pretérito es el mundo de Doza, al que retorna Luis Mateo Díez y es imperfecto porque no ha terminado: Pájaro sin vuelo es un nuevo paso muy literario, el que da Ismael Cieza Ganido, cuyo segundo apellido es el que utiliza su hija Abril para dirigirse a su padre de forma áspera y desabrida en las páginas finales. Estamos de nuevo ante el mundo de los perdedores, esos tipos por los que el escritor siente un cariño especial. Y de nuevo la acción se sitúa en esas ciudades (Ordial, Armenta, Borela…) tan presentes en buena parte de otras novelas. No faltan personajes que retornan, como los viajantes de comercio, y algún representante de la bohemia atrabiliaria de estas ciudades oscuras y fantasmales.
Hay que advertir que no es fácil comprobar en las andanzas de Ismael Cieza que «Luis Mateo Díez recupera la veta más humorística de su imaginación», algo que se afirma en la contraportada. El día (espacio cronológico en el que se desarrolla la novela) no ofrece para Ismael Cieza ninguna situación atractiva, salvo el recuerdo de Damina Olmedo, de presencia fugaz en la obra, pero decisiva en el de-senlace. Tampoco la condición fisiológica del estreñimiento del protagonista, de hondo significado, aporta ribetes demasiado humorísticos a esa vida turbia, gris de Ismael Cieza. Distante sentimentalmente de Novelda, su esposa, Ismael Cieza tiene que llevar a cabo infructuosos esfuerzos en la delicada tarea de rescatar a Tulio, el hijo de su jefe don Medardo.
La inesperada boda de Abril, la hija del protagonista, será la última prueba de que el personaje sigue siendo una pobre diablo («soy un hombre a la deriva», confiesa impotente), de parecida condición a los tipos mejor conseguidos por Luis Mateo Díez. A ello colabora el escenario de la ciudad, símbolo de esos espacios psicológicos a los que Luis Mateo Díez nos tiene acostumbrados: «Una ciudad como Doza es, en la noche el espacio imaginario que el tiempo llenó con una herencia de emociones y sentimientos que los supervivientes reconstruyen o restituyen» (p. 257). Esa personalísima visión del espacio y de los personajes, con especial incidencia en las relaciones paterno filiales, y el aprovechamiento de ciertos recursos metonímicos, como es el caso de la corbata, el mueble o los botones, hacen de Pájaro sin vuelo una novela inquietante, alejada de cualquier mirada convencional. Estamos ante una visión literaria que se intensifica con otros recursos de gran simbolismo, sobre todo el de los animales (un escarabajo, ratones, una lagartija) que habitan la casa. Todo ello resulta aun más abrumador por el empleo de un estilo sinuoso, de amplios periodos oracionales, llamativos en algunos casos.