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Publicado por
NICOLÁS MIÑAMBRES
León

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Aire

Susana Román. Ed. Diazotec, 2010. 81 y 22 pp.

De presentación editorial poco ortodoxa (no aparece lugar de edición y las páginas corresponden no a las líneas sino a los poemas o textos poéticos) Aire presenta una génesis muy concreta: «una recopilación de poesías y prosa poética creados durante los últimos cinco años de su vida y expuestos en un blog público comenzado cuando apenas sabía hilvanar palabras». Esto explica de alguna manera una cierta reiteración temática, que podría haberse editado sintetizando con cierta armonía el contenido de la obra. Es patente el sustrato psicológico de la obra: «Su libro, es un superviviente, elaborado en una etapa de oscuridad y batallas vitales, una muestra de su valentía, una demostración de que en plena guerra, es posible crear la belleza y la luz». La primera parte, «Poesía», incluye ochenta y una composiciones de las que el poema 12 sirve de «Poética» estilística: «Escribir en caída libre / deambulando por caminos invisibles, / escribir como Ser / (...) Escribir oscilante, / inocencia que teme caminar, / el lienzo es el alambre donde juego al desequilibrio. / Escribir es mi malabarismo» (p.12).

En esencia, la temática gira en torno al amor, presentado en su compleja polisemia, a través de una variada simbología. Tal vez no sea arriesgado pensar que el amor refleja de forma abrumadora el pesimismo sentimental: «Soy una flor suicida». Las referencias son lógicamente al ser amado, que o siempre corresponde a la mujer, pero también lo es el mundo natural, presentado en visión prosopopéyica y como receptor de la función apelativa. Esto explica determinadas sensaciones de identificación personal, próximas al panteísmo: «¡Yo soy el Aire! / Huracán, / torbellino, / caos salvaje y desordenado» (p.40). Esa autodefinición alcanza condición casi divina: «Yo soy un Dios, / Eolo todopoderoso. / Yo soy el Aire, / y no te escucho, / pues no hablas mi idioma» (p. 40). Además de aire («¡Quiero ser Aire!») el mar es un referente decisivo también, en la línea del Juan Ramón Jiménez de la poesía desnuda: «Me atormenta la soledad, / frente al implacable mar, / que ruge por dentro / que lame mi dolor sin encontrar heridas». De estas visiones no está ausente la magia, como elemento trascendente.

La segunda parte, «Prosa poética», es inferior al primer bloque, tanto en extensión como en visión literaria, patente en la confesión de la autora: «me di cuenta, de que en estos textos, había una inseguridad, no en lo que manifestaba, pero sí en lo que, de algún modo, afirmaba. Como si en el fondo sólo hubiera preguntas».

A pesar de todo, Aire, es una opera prima estimable, aunque necesitada de una reelaboración que pueda limar el torbellino estilístico de la creación espontánea.

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