Texto e imagen de la muerte en la sillería de San Marcos de León
La sillería del coro de San Marcos ha sido objeto de estudio por numerosos investigadores en un amplio arco de tiempo. Juan de Dios de la Rada y Delgado le dedicó un artículo en el prestigioso Museo Español de Antigüedades en 1873. Manuel Gómez Moreno lo incluye en el Catálogo Monumental de España. Provincia de León, redactado a comienzos del siglo XX, pero no publicado hasta 1925, y del que disponemos de una edición facsimilar de 1979.
Manuel Arias le dedica una monografía en 1995, con el título La sillería del coro de San Marcos de León ; es reseñada por Luis Grau Lobo, en la Guía breve de San Marcos , como Anexo monumental del Museo de León, del que es su director. Especialistas del arte renacentista, como Juan José Martín González y María Dolores Campos Sánchez-Bordona, han investigado sobre los escultores que llevaron a cabo tan formidable conjunto, Juan de Juni, Guillén Doncel y Juan de Angés. Sin embargo, el estudio más conspicuo y detallado es el de Arantzazu Oricheta García, La sillería coral del convento de San Marcos de León (Universidad de León, 1999). Constituye un análisis minucioso de la sillería, encargada por la Orden de Santiago, en lo referente al programa iconográfico, autoría, cronología y algunos aspectos litúrgicos. En este conjunto coral, destinado como todos los corales a alabar a Dios por medio de las horas canónicas, se incluyen textos del Ave María, el Gloria in excelsis Deo , de la misa, el Te Deum , del Ceremonial de la Iglesia, con el que comenzaban y comienzan las grandes solemnidades, la devoción mariana de la Salve Regina , que la citada autora analiza ordenadamente.
En una reciente visita, he gozado extraordinariamente con la detenida contemplación de las imágenes y lectura de los textos, gracias a las facilidades de la vigilante, que unió su entusiasmo al mío. Me llamaron poderosamente la atención seis tableros a uno y otro lado de la silla prioral, en el coro bajo. Tres de ellos están situados en el lado de la Epístola [izquierda]. Se trata de la representación de la Muerte en tres momentos sucesivos de su preparación de una tumba para el humano elegido, pues toda la humanidad está abocada a la muerte; de izquierda a derecha son: la Muerte con una azada al hombro y el texto: OMNE NATU/M OCCIDO [mato a todo nacido]; la Muerte llevando al hombro un ataúd, acompañada de la inscripción PRINCIPES / NON / DIVIDO [No divido a los príncipes]; la Muerte con la flecha presta a disparar, y la inscripción NEMINI / PARCO [no perdono a nadie] [tableros 12, 13, 14]. Los tres tableros correspondientes del lado del evangelio muestran de izquierda a derecha: un jinete a acaballo girando la cabeza y la inscripción: COR VULNERERATUM SENTIO [Siento herido el corazón] [16], un caballero tocado con gorro de caza mira hacia la izquierda, y la inscripción EVADERE NON VALEO [No puedo evadirme] [17] y el tercer caballero con una especie de casco gira también su cabeza hacia la izquierda, y la inscripción FUGERE NUNC NEQUEO [No puedo huir ahora] [18].
Los tres caballeros de la leyenda
La autora citada considera «que estos tableros desarrollan una escena posiblemente relacionada con la Leyenda de los tres vivos y los tres Muertos o con la Danza de la Muerte ». Justifica dicha posibilidad identificando los tres personajes descarnados con los tres muertos y los tres jinetes con los tres vivos. Estimo que dicha identificación de los tres últimos resulta muy forzada, y podría considerarse más bien como una rememoración de los tres caballeros de la leyenda, pero con una significación diferente. En cuanto a los tres cadáveres son identificables con tres momentos del proceso en que la Muerte desarrolla su cometido, como antes anoté. Dicha representación de la Muerte está claramente expresada en diversas imágenes, una de las cuales es precisamente su aparición con el ataúd al hombro en el habitáculo del moribundo en el Libro de Horas de Guillem de Rohan [ Grandes Heures de Rohan, primera mitad del siglo XV , ms. Lat. 9471, fol. 196 r, Bibliothèque Nationale, París]. La escena rubrica su sentido cristiano por medio del texto del inicio del Miserere mei (Salmo 50). Tanto la Leyenda de los tres muertos y los tres vivos como la Danza de la Muerte están articulados de acuerdo a una estructura precisa, aunque con variantes, tanto desde el punto de vista literario como artístico y no responden a las consideraciones aquí desarrolladas. La leyenda de los tres muertos y los tres vivos reúne a seis personajes, bien a caballo (modalidad italiana) o a pie (modalidad francesa), los tres vivos se enfrentan aterrados a la aparición de otros tantos muertos descarnados. La danza de la muerte (en España; danza macabra en otros países de Europa), como su nombre indica, consiste en el macabro baile de la muerte con cada uno de los diversos integrantes de la sociedad, con música y letra acorde con la escena, o bien los personajes agrupados en una corro, como en la representación del claustro del convento de San Francisco de Morella [Á. Franco Mata, «Encuentro de los tres vivos y los tres muertos y las danzas de la muerte medievales en España, Boletín del Museo Arqueológico Nacional , 20, Madrid, 2002, pp. 173-214]. Tanto las figuras como los textos responden a otros códigos, y en mi opinión están más vinculados con los conceptos generales relativos al triunfo de la muerte y a la fragilidad de la vida, presentes en los siglos bajomedievales y en la edad moderna. Se trata de temas que la historia del arte contempla a lo largo de su historia, como no podía ser de otra manera, visto que conmueven a la humanidad. Las representaciones de la Muerte se hallan en el contexto social del ocaso de la edad media, en lenguaje del ilustre investigador Johan Huizinga, Alberto Tenenti y otros estudiosos más recientes, como Hélène y Bertrand Utzinger, André Corvisier, y un largo etcétera. El Triunfo de la Muerte y las danzas macabras referencia el título del VI Convegno celebrado en 1994 en Clusone, en el norte de Italia, donde la figura de la muerte como triunfadora es la protagonista. Ésta se presenta de variadas formas y atuendo, coronada y con la guadaña o un instrumento musical, ya que eventualmente se relaciona con la danza macabra. Humana Fragilitas [Fragilidad humana] es el título de un volumen de estudios, dirigido por A. Tenenti que recogen diversas investigaciones del siglo XII al XVIII, en algunas de las cuales se pone de manifiesto la relación ideológica con las representaciones de la sillería. Ognia omo more [Todo hombre muere] recoge algunos textos y multitud de imágenes ilustrativas de la misma materia.
En un ambiente macabro
Los Libros de Horas incluyen el oficio de difuntos, en el que los ilustradores han pintado temática relacionada con la muerte, que ha contribuido a la difusión iconográfica. Calaveras, los tres vivos y los tres muertos, las danzas macabras, personajes aislados, como la Muerte disparando una flecha, etc. inspiran a los pintores y escultores. Los grabados contribuyen en gran medida a la difusión, como Hans Holbein el Joven, cuyas xilografías de 1547, son paradigmáticas. Terrorífica por su intencionalidad macabra es la Muerte disparando una flecha, sobre el ataúd de un esqueleto, inserto en el Oficio de difuntos, fol. 131v del Libro de Horas francés (ms. Lat. 10548, Bibliothèque Nationale, París).
España se halla inmersa en el ambiente macabro, y el arte ha dejado multitud de ejemplos, algunos de ellos en León. No cabe duda de que el ejemplo más famoso era el desaparecido mural del convento de los PP. Capuchinos ponderado por Alfonso Martínez de Toledo, arcipreste de Talavera, en el Corbacho , que finalizó el 15 de marzo de 1438. Varios ejemplos contiene la catedral, como el transi del sepulcro de Juan de Grajal, una ménsula de la portada de su nombre en el transepto meridional, una pintura del claustro, que yo he identificado con el triunfo de la muerte, y una escultura de la Muerte de tamaño natural, como el ejemplar del Museo Nacional de Escultura, de Valladolid, procedente de la iglesia de San Francisco de Zamora, y la de la catedral nueva de Salamanca (ha. 1530).
Los ideólogos de la sillería de San Marcos se surtieron de variadas fuentes iconográficas para plasmar imágenes y textos. Resulta sorprendente que no se haya figurado la Muerte con el atributo característico, la guadaña, que es sostenida por uno de los personajes componentes de la Dansa de la Mort de Verges acompañada del texto NEMINI PARCO. La Muerte con la azada y un ataúd bajo el brazo pisando al pasar calaveras, fue utilizada en la edición de las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique Lisboa, 1501. Ofrece alguna variante del tablero n. 13 de la sillería, pero bien pudo servir de inspiración. También figura en las Postrimerías del Cartujano, como observa J. J. Martín González en su clásico artículo «El tema de la muerte en el arte español» [ Boletín del Seminario de Arte y Arqueología , Universidad de Valladolid, 1972, pp. 267-285]. El personaje a caballo del tablero n. 16, de perfil prognato, evoca la figura del emperador Carlos V, lo cual no es extraño, considerando que su madre Juana la Loca, monta un caballo en la leyenda de los tres vivos y los tres muertos, del Rosario de su nombre, que evidentemente él debía de conocer. Él mismo tuvo un libro de Horas con la representación de los tres muertos y los tres vivos, de 1510-15, conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid. Por otra parte, los símbolos de su imperio pululan por la sillería.
No respeta edades
A. Oricheta estima que los textos que acompañan a las imágenes de los tableros 12 al 18, salvo el 15, conforman una poesía relacionado con la muerte; es probable. Desconozco la fuente de donde han sido extraídos. En todo caso, su significación es clara en el ámbito relacionado con la muerte en la cultura renacentista. En los apoyamanos de la sillería, dispuestos a ambos lados de un sitial, figuran imágenes de sendos niños [ putti ] reclinados sobre dos grandes copas decoradas con guirnaldas con una calavera situada a sus pies. Este tipo de imágenes simbolizan el paso del tiempo y la muerte que no respeta las edades, iconografía que se halla en sillerías medievales, como ha puesto de manifiesto Isabel Mateo. En el presente contexto, la calavera refleja la naturaleza transitoria de las cosas mundanas y la muerte terrena. El putto , hijo de Venus, y la copa, se presentan como símbolos de la Virtud, del paso desde la muerte a un estado superior y elevado, a un ascenso espiritual. Además de otros dioses clásicos, como Marte o Júpiter, se contempla a Mercurio, el dios mensajero del Olimpo; lleva el caduceo rematado en una calavera alada. La función de Hermes/Mercurio como dios conductor de las almas al cielo, se desarrolló frecuentemente en el renacimiento. El caduceo simboliza el ascenso del alma tras la muerte; la calavera alude a la muerte como paso previo a la ascensión al cielo. Nos hallamos en un mundo donde los conceptos neoplatónicos inundan el pensamiento renacentista [A. Oricheta García y César García Álvarez, «Humanismo cristiano y neoplatonismo en la sillería coral del convento de san Marcos de León» [ Boletín del Museo e Instituto «Camón Aznar» , LXXIV (163-180, 1998, pp. 163-180].
La idea de la Muerte como triunfadora se remonta a siglos atrás. Muy significativa es la pintura mural del triunfo de la Muerte de Bartolo di Fredi, en la iglesia de San Francisco de Lucignano (Arezzo), de la segunda mitad del siglo XIV. La Muerte jinete de un famélico y veloz caballo disparando una flecha y con la guadaña al cinto, y portadora de un arco, emite la frase lapidaria en italiano que traducida dice así: «Yo no grito si no de apagar la vida y quien me llama las más de las veces esquivo, llegando a menudo a quien me tuerce el hocico». El carácter moralizante de la pintura viene indicado por la monición de Cristo emplazado en la parte superior. «Oh tú que lees, pon cuidado a los golpes de los que me eligen que soy seña de él». Que era uno de los sistemas usados para amonestar a los hombres ante la irreversible verdad de la muerte lo demuestran los numerosos ejemplos de pinturas diseminados por el territorio europeo. En ocasiones, estas admoniciones se sustituyen por otras de carácter religioso, como la famosa secuencia del Dies irae , de los frescos de los tres vivos y los tres muertos, encargados por fray Juan de Villalumbroso, en San Juan y San Pablo de Peñafiel, actualmente en el Museo Arqueológico de Valladolid. La secuencia pervivió en contextos funerarios durante varios siglos, como se pone de manifiesto en el conjunto encargado por la confraternidad del Sufragio de Gandino, de la primera mitad del siglo XVIII, donde la Muerte sostiene grandes carteles con poemas en tercetos.