Diario de León

Publicado por
JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ
León

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Explicaciones no pedidas

Piedad Bonnett. XI Premio Casa de América de Poesía Americana. Ed. Visor, Madrid, 2011. 72 pp.

En la poesía colombiana actual (Álvaro Mutis, Cobo Borda, Juan Manuel Roca, Cote Baraibar, etc.), el nombre de Piedad Bonnett, nacida en 1951, es uno de los más relevantes. De su poesía se ha dicho que es limpia, natural, ajena a la retórica innecesaria y cercana a la emoción reflexiva, si la expresión no resulta contradictoria. Con Explicaciones no pedidas ha conseguido el importante premio «Casa de América». El título es una buena síntesis de lo que puede ser la poesía: algo no urgente, que brota de uno mismo, aunque se transfiera a quien no lo ha solicitado. El primer poema del libro es representativo de lo que he llamado emoción reflexiva, fusión en la palabra de lo sentido y lo elaborado; se titula «Las cicatrices»: ellas remiten a algún dolor y también a su fin: «son las costuras de la memoria», las que hacen que «nunca olvidemos las heridas»; de este modo, la cicatriz encierra dolor y esperanza, fin y comienzo, renacer sin olvido: admirable síntesis en solo diez versos, ganando el asentimiento del lector, que entiende que todo, hasta el más mínimo detalle, alberga significados que acaso sólo el poeta sensible y reflexivo nos puede descubrir. De igual modo, la poeta escribe que «no siempre alivia / amputar lo que daña», pues sigue doliendo el vacío que ha dejado. Los poemas alumbran sobre la complejidad de lo que parece simple; en todo habitan en aleación los contrarios: «Los poetas tenemos una belleza extraña, / que atrae y que repugna», y «del fondo amargo de las aguas» emergen las lágrimas que humanizan: «Lo oscuro pare luz, y eso consuela». «Fotos» es, en ese ámbito de complejidad de lo aparentemente simple, muy expresivo, y atañe al poder del arte: la imagen fotográfica no apresa la realidad, sólo la representa: «Lo que quiere atar allá se queda»; en lo que atañe a la poesía, puede concluir la poeta que «escribimos historias / con flores disecadas y mariposas muertas»; de ahí el inevitable componente elegíaco de la poesía y el arte en general. Por lo dicho hasta el momento, puede colegirse que Piedad Bonnett nos hace repensar la realidad, abrir fisuras en la opinión común, en lo tópico. Por ello puede escribir sobre cosas tan impensables como «Los que no sueñan nunca», o sobre «El soñado», que sólo existe en los sueños de otros, ser imaginario, literatura muerta hecha por seres «que adoran lo que existe y sin embargo / viven de consagrar lo que no existe»; sobre las posibilidades que da el sueño de abrazar de nuevo al que ya murió, sobre la «negra leche espesa» de «la enorme teta de la muerte», sobre el muro rígido en el que uno desearía abrir un hueco hacia un jardín, pero que acaso dé a un campo de maleza: de nuevo la realidad en sus dos caras opuestas, al igual que en «Encuentro fortuito» puede uno toparse con la persona que nos hizo arder unas veces y otras nos abrasó; termino con esta paradoja de fácil comprensión: «El desamor del que amas te hace libre».

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