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HISTORIAS PARA CONTAR EN DOMINGO

Las damas no van en furgoneta (y 4)

Publicado por
ALFONSO GARCÍA LÓPEZ
León

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Hoy es el día nacional de la salud. O el de la lotería navideña, según guste. Y hablando de salud y de suerte, sigo y acabo con mis peripecias albañileras. La salud sigue intacta de milagro porque hace unos días casi me rompen la cabeza. Queriendo, además. Un perturbado, que hasta la fecha mostraba brotes sin llegar a mayores, lo intentó. Compañero de trabajo. Lo «de trabajo» hay que especificarlo para no herir más la ya denostada y en desuso palabra compañero . Trabajábamos juntos, como tantos días, hasta que uno de sus frecuentes y vociferantes desaires, que aguanté estoico hasta este último, puso tope a mi paciencia. Le contesté muy lejos de su alboroto, pero se ve que al encofrador en cuestión, a pesar de mi incomprensible educación, sólo le gusta dar, jamás recibir. La ley del embudo, vamos. Así que, desbocado y fuera de sí, asió una maceta en una mano y un cortafríos en la otra dirigiéndose con la mirada perdida a su objetivo: mi cabeza. Gracias a su predecible, por metódica y necia, reacción; tanto el jefe de obra, el resto de la cuadrilla, y hasta el guardia de seguridad que custodia la iglesia y sus valores (incluidos cinco pasos de la semana santa pucelana) se interpusieron justo a tiempo de que aquella maceta me enviase al «corral de los quietos». A pesar de que, evitando mi traumatismo craneoencefálico desviando la maceta, a uno de los que hicieron de barrera le costase un dolor de muñeca que aún le perdura. Y gracias a su maltrecha muñeca, y a la pericia que tuvo quitándole la maceta a escasos centímetros de reventar mi cráneo, puedo escribir estas líneas sin ayuda. Así que aquí conjugo suerte y salud porque la mantengo, perra vida, gracias a una muñeca maltrecha pero dichosa. De la suerte, por sí sola, hoy es un día curioso para hablar. Ayer me sentí triste pero afortunado. Llevaba una caldereta de escombro para vaciarla, de manera robótica por lo repetitivo, en el contenedor que alquilamos para ello. Y allí estaba. Rebuscando. Porca miseria. Sesenta y siete años, me dijo al entablar conversación con él. Cara ajada, ojos nobles. Me contó que, después de cotizar cuarenta y cinco años (en los que, precisó, le robaron muchas noches) como agricultor, su pensión era de quinientos ochenta euros. Mirándome a los ojos, con la pena que da la vida pero con el orgullo, del bueno, que no hace sentir lástima; me dijo que en estos meses, con la factura de la calefacción, el agua caliente y el alquiler, pasaba «las de Caín» para comer. Así que allí estaba, satisfecho por encontrar no creo que llegase a cien gramos de cables aún por pelar. Me sentí triste por ver cómo trata la vida a gente honrada, humilde y trabajadora. Valores que, puta sociedad, ruines resultados le dieron.

Y me sentí feliz, maldito egoísmo, por mí. Yo lo veía todo desde el otro lado del container. Yo era el que echaba el escombro y los restos que él buscaba. Yo, en definitiva, tenía un trabajo al que agarrarme. Y la tonta ilusión de que la lotería me ayudase un poco en estos tiempos, aún con tanta iluminación navideña, oscuros. Pero todo eso ocurrió ayer, como digo. Hoy me han despedido. Hoy me han enviado al otro lado del container. Hoy no me ha tocado la lotería. Hoy vuelvo a ver la realidad en primera persona. Así que, como la salud, la suerte es fugaz y poco fiable. Hoy está, mañana quizás no. Ha sido un año largo de muchas furgonetas y pocas damas. Una experiencia que lejos de enriquecerme, tampoco me ha empobrecido. Así que despido mis contares en la construcción, no sin antes hacer balance en forma de agradecimientos.

Águilas, viñedos, zorros, abejas, nutrias, río Duero, chopos, Tomás el de San Bernardo (con él sí tiene sentido aún la palabra compañero), Fermín su amigo, Cao (compañero y buena persona), culebras, caracoles, esparragueras, almendros, lagartos, halcones y demás amigos que me habéis hecho más dulce el camino. Muchas gracias por todo. Hasta pronto.

Jefes, jefecillos, subjefes, subjefecillos, frío, niebla, intemperie, sol de agosto de media tarde, sudor, compañeros de trabajo, lluvias, traumatismo genital, heridas, hematomas, botas, funda, guantes, agujetas, hormigonera, puntas de veinte, radial, ruidos estridentes, polvo, barro. Gracias por nada. Y hasta nunca.

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