POR verónica viñas
Llamada a un inspector
l. La novela negra arrasa porque ofrece justicia social, entretenimiento y buenas historias. Capaces de resolver el crimen perfecto y cualquier misterio que se les ponga por delante. Son policías profesionales o aficionados con millones de lectores...
Inteligentes, poco convencionales, meticulosos, con un ‘sexto sentido’ y generalmente intratables, tipos con escasas habilidades sociales… en definitiva, ‘bichos raros’. Son los rasgos de algunos de los detectives más famosos de todos los tiempos. Sabuesos de novela. Los policías con mejor olfato para seguir pistas: Sherlock Holmes, Philip Marlowe, Hércules Poirot, Pepe Carvalho, Petra Delicado, Marco Didio Falco o el olvidado Plinio, jefe de la policía local de Tomelloso, creado por Francisco García Pavón.
Pese a sus manías, son adorados por millones de lectores. La novela negra, por más que les pese a sus detractores, sigue reinando. De hecho, buena parte de los grandes best-sellers pertenecen al género policíaco. Perfectos en su vida profesional y un desastre en la personal. Así son los protagonistas de grandes sagas, que en los últimos años han proliferado y sustentan, en buena medida, el mercado editorial. Fenómenos como la trilogía Millenium , del sueco Stieg Larsson, han encumbrado el género negro. Grandes autores se han apuntado también a este ‘carro’.
En una sociedad cada vez más despiadada, la novela negra triunfa porque «proporciona al lector esos finales justos de los que la vida real a menudo carece». Ahí radica el secreto de su éxito, según el sudafricano Deon Meyer, autor de El pico del diablo.
Los periódicos y los informativos están cargados de noticias sobre mafias, secuestros exprés, corrupción, delincuencia de guante blanco y ciberdelitos. Con estos ingredientes el criminólogo leonés Ricardo Magaz ha tejido su último libro, en el que ofrece algunas claves sobre Crimen organizado transnacional y seguridad.
Tampoco hay que perder de vista el factor ‘evasión’ que proporcionan estas novelas, que enganchan al lector desde la primera frase: «Jefferson Gutierres se fue de Santo Domingo a Nueva York para que le partieran las piernas». Así comienza Carabinieri, de Fernando Martín Pescador; una gran novela de policías y ladrones.
Aquí, también hay ‘sabuesos’ ibéricos. Desde el extravagante Pepe Carvalho a Petra Delicado o la pareja de la Guardia Civil Bevilacqua y Chamorro, surgidos de la pluma de Lorenzo Silva. El asesinato a balazos de un informático en Madrid hace unos años en el garaje de su casa, obra según todos los indicios de un profesional, fue lo que inspiró a Silva para escribir La estrategia del agua. Silva, que organiza desde hace años un certamen de novela negra en Getafe, asegura que este género ofrece al lector la oportunidad de «descubrir muchas sociedades y geografías». Que la novela negra vive un momento dulce lo prueban eventos como la Semana Negra de Gijón o Barcelona Negra y la explosión de colecciones que las editoriales dedican al género: Siruela Policíaca, Serie Novela negra y policíaca en Roca Editorial, Roja & Negra en Mondadori, Novela Negra en Ediciones Destino…
Para ser justos, la novela policíaca no es un invento actual. Desde Cervantes a Lope de Vega, e incluso antes, con Gonzalo de Berceo, la nómina de escritores patrios que la han cultivado es extensísima: Benito Pérez Galdós, Pio Baroja, Azorín, Lorca, Delibes, Cela, Vázquez Montalbán, Lorenzo Silva, José María Guelbenzu o el leonés Alejandro Gallo. Y también se da el caso de los autores españoles que triunfan más fuera que aquí, como Francisco González Ledesma, ganador entre otros premios del Mystère, y Alicia Giménez Bartlett, que ha recibido el Raymond Chandler. En Internet si se ponen las palabras clave ‘España y novela negra’ aparecen miles de títulos. La lista engorda si se sustituye negra por aventuras, intriga o thriller. Incluso, algunas novelas policíacas están ‘enmascaradas’ bajo otras etiquetas, como novela histórica, novela de espías o la ambigua categoría de ficción. En ocasiones son los propios escritores los que rehúyen calificar sus novelas como negras, por temor a que críticos y lectores las menosprecien por ser un subgénero.
sabuesos leoneses
Muchos de los grandes escritores de novela negra son policías, detectives o periodistas de sucesos, como Juan Madrid. Son los primeros en llegar a la escena del crimen. Con frecuencia se relacionan con asesinos, traficantes, chulos, ladrones y otros personajes de los bajos fondos. Policías que tratan de resolver complicados casos en la vida real y en la ficción. Son los biógrafos del crimen. Saben cómo descubrir al asesino... El astorgano Alejandro M. Gallo entra en el mundo de la ficción en cuanto posa la pistola y la placa. Es jefe de la Policía Local de Gijón y escritor de éxito. Descubrió que muchos asesinatos de novela eran tan irrealizables que decidió infiltrarse en el género negro y, si había que matar, hacerlo con profesionalidad. Gallo es el ‘alter ego’ del inspector Trinidade Ramalho da Costa. «La novela negra ya no es un descanso intelectual de muchos escritores. Ahora es todo un género, es denuncia social», afirma Ricardo Magaz, profesor de Fenomenología Criminal en la Uned. El autor de El inquietante sonido del timbre reconoce que la relación entre espada y pluma ha sido histórica, desde Garcilaso o Góngora a la actualidad. Gallo y Magaz no son los únicos policías leoneses que se han dedicado a la literatura. Antes que ellos ya combinaron ambas profesiones autores como Tomás Salvador, premio Nacional de Literatura por Cuerda de presos, llevada al cine y rodada en tierras del norte de León. Tampoco hay que olvidar al escritor y militar Luis López de Anglada, que ingresó en la policía en los sesenta, fue fundador con Crémer de la célebre revista Espadaña y autor de múltiples relatos detectivescos.
El creador de Celama, Luis Mateo Díez, también se travistió del policía jubilado Samuel Mol en El animal piadoso para resolver un antiguo crimen. Asimismo, el leonés Andrés Trapiello tocó la novela negra en Los amigos del crimen perfecto. El autor leonés Javier Pérez Fernández ganó el Premio Azorín 2006 con la novela La crin de Damocles, una curiosa novela policíaca en la que se enlaza la marginalidad de la República de Weimar en la Alemania agonizante de los años veinte con el nacimiento del nazismo.
El suspense llegó del frío
En los últimos años los grandes thriller vienen del frío, de los países nórdicos. Junto al archiconocido escritor sueco Stieg Larsson, autor de la trilogía Millennium , nombres como Asa Larsson, Jens Lapidus, Henning Mankell, Liza Marklund, reina de la novela negra sueca, con la saga que protagoniza Annika Bengtzon, intrépida periodista y madre de familia; el ‘padre’ del comisario Van Veeteren, el sueco Hakan Nesser; el noruego Jo Nesbo (creador del comisario Harry Hole), que ha vendido más de cinco millones de ejemplares y que publica ahora en España un nuevo título, El redentor; su compatriota Karim Fossum, con su inspector Konrad Sajer; el también noruego Khell Ola Dahl, autor de culto gracias a sus detectives Gunnarstranda y Frölich; el matrimonio sueco Maj Sjöwall y Per Wahlöö; el islandés Arnaldur Indridason; y el danés Leif Davidsen, por poner algunos ejemplos. Lo cierto es que la novela negra nórdica es hoy por hoy la de mayor éxito.
En un mundo globalizado no hay nada más ‘globalizador’ que el género negro. Es indiferente que el protagonista sea un oscuro policía local de una aldea remota de Escadinavia, con seguridad, tendrá lectores en Australia, Japón, Argentina o Sudáfrica. No importa si indagan un crimen o van en busca del ladrón de un códice misterioso. El género negro gusta en culturas muy diversas. «El enigma es la clave. Las novelas que tienen un enigma y que con la solución satisfacen al lector hacen que estas historias sean mucho más populares que otro tipo de género que no sea el policíaco», según Santiago Gamboa, precursor de este género en Colombia.
También hay que tener en cuenta que los lectores de novela negra son insaciables. Siempre están ávidos de nuevas entregas de sus sabuesos y autores favoritos. Un filón inagotable para las editoriales. Los alemanes Michael Kobr y Volker crearon en el 2003 al comisario Kluftinger, que, sin nombre de pila conocido, se ha convertido en el investigador más popular entre los lectores de novelas criminales. En el reciente congreso de novela negra celebrado en Salamanca el escritor Benjamín Prado aseguró que «los grandes éxitos editoriales de los últimos años sobre tramas relacionadas con sectas, organizaciones masónicas o la Iglesia, son un filón que engancha y no tiene por qué ser malo». En este terreno, el mediocre thriller El código Da Vinci, de Dan Brown, ha marcado un antes y un después. Por extraño que parezca, quedan muchas conspiraciones de sectas por desenmascarar y muchos enigmas religiosos por desentrañar. La solución está reservada a unos pocos sabuesos, capaces de esclarecer asesinatos, secretos milenarios y complots. Para descubrirlo, siga leyendo...