poesía
Huérfanos de un viaje antiguo
funeral celesteVíctor M. DíezEOLAS Ediciones, León, 2011. 86 páginas.
Ser de agua. / Hacer el vacío / en la copa del cuerpo / para escuchar...». Así comienza el nuevo poemario de Víctor M. Díez, Funeral celeste, título escueto como todos los suyos. Esos tres versos delatan ya algunos de los rasgos de su poesía, que es sustantiva, concisa y cortada. El lector deberá desprenderse de ritmos acomodaticios y de fraseos comunes. La poesía de Víctor M. Díez requiere distinta modulación y pide un lector activo y colaborador. Es poesía esforzada para un lector también esforzado y propenso a la(s) relectura(s). Se hermana con poetas como Ullán, García Valdés, Aldo Sanz, etc. El lector, inquieto, atribulado acaso, busca claves que faciliten la lectura. Una la da el poeta en la solapa: «Funeral celeste compone una extraña concelebración. Es como un viejo hotel habitado por personajes en tránsito, enfermos de amistad. Algunos de ellos dejaron de pagar su cuarto hace un tiempo...». A pesar de la dificultad, los poemas de Díez no se despegan de lo concreto, de la materia, y en ella se instalan; pero el poeta no quiere mirar las cosas desde la costumbre, sino con ojos transfiguradores. No otra es la misión de la poesía: ofrecer visiones desacostumbras, romper expectativas. Con las insinuaciones anteriores, uno puede acercarse a los poemas: «Eros», que sugiere la imantación total del cuerpo; «Ojos negros», sobre el fenómeno de los muchachos que venden «ritmos para la muchedumbre»; «Dobladores», poema en el que algo natural y sencillo es un pequeño espectáculo del mundo, etcétera.
No pretende recomponer el poeta un mundo completo; sí abreviado, pero con fisuras; «Boceto» se titula un poema; acaso lo que quieren ser todos: fragmentos para apuntalar las ruinas (Eliot dixit). Lo vemos en una de las partes de Funeral celeste, la titulada «Hermano menor»: escenas rurales, recuerdos, evocaciones que no se enuncian por entero: un nombre, una imagen para componer las demás del cuadro imaginario. Quizá la parte más llamativa sea «Velcros», palabra que alude a un sistema de cierre formado por dos tipos de tejidos diferentes que se enganchan al estar en contacto. El poeta es el punto de sutura entre dos nombres en cada caso, por ejemplo «Peter & Guadalupe», representen a quien representen. La poesía de V. M. Díez no evita el riesgo, el riesgo poético, por supuesto. Es en el campo abrupto, quebrado, en el que se reconoce el poeta.