Diario de León

Jesús ferrero escritor

«El pop fue un invento de la clase media»

«Si matas al padre celestial, es lógico que después quieras matar también al terrenal»

fernando alvarado

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POR patricia olmedo
León

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El Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones le fue concedido al escritor zamorano Jesús Ferrero por la obra El hijo de Brian Jones ( Alianza Editorial): una historia, entre otras muchas cosas, de pasiones encontradas, ambientada en dos épocas emblemáticas: Nueva York durante los años noventa y Londres durante la década prodigiosa.

—¿Cómo surgió la idea de escribir esta novela?

—La idea de escribir una novela ubicada en el mundo del pop-rock, que supusiera un enjuiciamiento de ese mundo por el que circularían varias historias de amor heterosexual y homosexual, es bastante lejana. Brian Jones me tenía fascinado desde la primera adolescencia.

—¿Podrías ilustrar con algún recuerdo esa fascinación?

—Bueno, recuerdo cuando a los trece o catorce años iba al colegio y pasaba frente a una tienda de discos. En el escaparate podía verse una foto de los Rolling Stones en la que Brian Jones destacaba por su aspecto maligno y destruido. Supongo que me fascinaba su destrucción, el haber seguido hasta el final la tentación del abismo, tan propia del romanticismo alemán, y tan propia también de aquella época dorada del pop que se concluyó precisamente con la muerte de Brian Jones.

—¿Te obsesionó su muerte?

—No lo sé, pero sí sé que más tarde empecé a leer cosas sobre él, pensando en una posible novela. Fue estando en Madrid, tras haber pasado largas estancias en París y Barcelona, cuando se concretó la idea de escribir una novela sobre uno de los muchos hijos ilegítimos que tuvo Brian Jones. La idea se concretó todavía más tras una estancia en Nueva York. El descubrimiento de Nueva York, su inmensa dureza y su inmenso cinismo me cautivaron completamente y de pronto vi los escenarios definitivos de la novela: el Londres de los años sesenta y el Nueva York de los años noventa que tenía ante mis ojos.

—¿Es emocionante descubrir el escenario de una novela?

—Sí, cuando descubro en el mundo real lo que va a ser el escenario de una novela siento emociones muy intensas y empiezo a verlo todo de otra manera.

—¿Qué piensas de Alexis, el personaje central?

—Alexis es uno de mis personajes más verdaderos. Es realmente un ángel, y todo ángel es terrible, terrible por su bondad, terrible por su humanidad, terrible por su sufrimiento. Es curioso, uno llega a ver a Alexis muy desde dentro, y a la vez muy desde fuera, en toda su ternura, toda su humanidad y toda su oscuridad. Bueno, se trataba de eso, de crear un personaje de una pureza bastante radical. Un personaje cristalino.

—El lector siente a Alexis en toda su fragilidad de porcelana china, pero también lo ve poseedor de una forma de integridad perdida.

—Sí, una forma de integridad romántica.

– ¿Por qué el recurso al romanticismo alemán, tan querido para Alexis?

—Porque fue el único romanticismo verdadero, el de la tentación del abismo y no sólo el del amor tierno. Los autores del romanticismo alemán nos suelen gustar mucho a los veinte años, cuando simpatizamos con sus pasiones fundamentales y deseamos el amor en su dimensión más absoluta. Alexis se encuentra en ese momento, además ha sido siempre un exiliado de la vida debido a su enfermedad. Está descubriendo como quien dice el mundo a los veinte años. Son los ojos más limpios que he visto nunca, son los ojos más transparentes que ha sabido crear hasta ahora.

—En la novela hay una visión bastante irónica de los amores triangulares y los duales. Casi das a entender que un triangular puede ser más sólido que un amor entre dos.

—Depende de cómo se mire, lo puede ser. Fíjate en la Santísima Trinidad, en las Tres Gracias, en la sagrada Familia, en las brujas de Macbeth… El triángulo ha dado mucho de sí.

—Otra línea de sentido que se va dibujando en la novela es la de la muerte del padre. Se trata de una novela de hijos sin padres o de padres muy fantasmales.

—Sí, padres despojados de su poder simbólico, de su papel, padres muertos. Es la época que estamos viviendo ahora. Tras la muerte de Dios, pregonada por Nietzsche, estamos asistiendo a la muerte del padre. Probablemente hasta ahora ignorábamos que una no va sin la otra. Si matas al padre celestial, es lógico que después quieras matar también al terrenal. Nuestra cultura lo está haciendo. Los hijos de ahora se crían con una figura paterna muy desactivada. A mí ya me ocurrió por ser hijo de emigrantes. Me crié casi sin padres, como les ocurre en la novela a Alexis y Julián.

—Casi sin padres pero con una figura materna muy poderosa.

—Muy poderosa y muy antigua. La matriarca fundamental, la abuela. A mí también me crió el mundo como a Julián. Estoy indicando que me he vertido mucho en todos los personajes, dotándolos de experiencias que podían semejarse a las mías pero en un plano muy diferente, el de la ficción y la novela-novela. Quiero decir que esta novela no está contaminada de elementos autobiográficos y la imaginación discurre libre y plena, si bien, como ocurre siempre, he podido verter en mis personajes toneladas de emociones personales, de sensaciones, de vértigos y estremecimientos que de alguna manera yo sentí antes que ellos.

—Es la historia más preñada de sentimientos que has escrito.

—Yo también lo pienso, y a la vez siento cierto estupor. Cuando la estaba escribiendo notaba que estaba dejando mucho espacio a los sentimientos, más que en otras novelas y de forma nada programada, simplemente iba surgiendo así.

—La novela tiene algo de ópera pop.

—Cierto, y creo que no podía ser de otra manera. El pop fue un movimiento integral de todas las artes, además de una invención de la clase media, la primera invención estética de la clase media que triunfó de verdad y poseyó todo el cuerpo social, pero sobre todo y ante todo fue un movimiento musical. La música se convirtió en el vehículo de todas nuestras emociones, y creo que fue un momento de esplendor casi renacentista, donde la música era la diosa total, presidiendo todos los aquelarres celestiales e infernales. Era exigible que la novela tuviera cierto aire musical.

—Es también una novela sobre las ironías del destino.

—Desde luego. Nuestra vida nunca es ni la que nosotros contamos ni la que nos cuentan. La vida no es como la imaginamos.

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