Diario de León

POESÍA

Cuarto de hotel y lluvia

CANCIÓN EN BLANCO Álvaro García XXIV Premio Fundación Loewe, Editorial Visor, Madrid, 2012. 60 páginas

Publicado por
josé enrique martínez
León

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En el ámbito poético del poeta malagueño Álvaro García, autor de poemarios como La noche junto al álbum (1989), Intemperie 1(1995) El río de agua ( 2005), etcétera, domina la palabra desnuda, seca, austera de imágenes, con el temblor lírico contenido, como una Canción en blanco, que es el título de su último poemario.

La poesía de Álvaro García ha ido derivando cada vez más hacia la demora reflexiva a partir de lo que se observa, que es punto de fijación y de partida, como lo es el lugar concreto en el que se está o el tiempo en el que se vive. Buena muestra de ellos es Canción en blanco, un largo y único poema de más de quinientos versos de ritmo clásico. Un personaje situado es el sujeto: una noche, un cuarto de hotel en la ciudad y frente al mar, lluvia en la avenida y una presencia cercana con la que se conversa y que da pábulo a la palabra pensada, reflexiva.

Hay que suponer, asimismo, al personaje que mira por la ventana, observa a los que pasan, las gotas de lluvia en los cristales, las luces de la ciudad... Necesita el poeta objetos concretos a los que agarrar su pensamiento o que sirvan para activar la memoria.

De este modo van apareciendo intuiciones, imágenes generalmente resueltas en forma de símil, temas como el tiempo concentrado en ese presente, el deseo, la vida como realidad e irrealidad, la memoria, la muerte... No hay turbulencias en esta poesía. El ámbito del cuarto de hotel parece aislar del mundo; la lluvia imprime un halo de melancolía a las tranquilas meditaciones del poeta; nos quedamos sosegados a pesar de que el poeta en las páginas finales haya traído a cuento la muerte; nos dejamos llevar por la serenidad que imprime el ritmo apacible de los versos.

Nos preguntamos si a esta poesía, avecindada con algunos parámetros cernudianos y presente en la mayoría de las antologías de poesía contemporánea, le falta garra o fuerza.

Ocurre simplemente que el poeta piensa el mundo sin acritud, huye de cualquier tipo de patetismo, prefiere diluir la emoción e impregna de serenidad el ámbito meditativo de su poesía, una poesía que necesita de la realidad, de lo sensible (lluvia, cuarto de hotel, avenidas urbanas...) para no perderse en la mera abstracción al pensar poéticamente la existencia o elevarse a reflexiones de carácter metafísico.

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