Menos ficción y más realismo
En lo estrictamente literario se observa un cierto cambio de tendencias, especialmente un tímido regreso al realismo frente a la fantasía, que ha sido la actitud dominante durante más de una década. Ese realismo se concreta al abordar temas que forman parte de la vida cotidiana y el debate social: la inmigración, la muerte y la enfermedad, la desestructuración familiar, la guerra… Este último, sin duda, es el tema más recurrente. Desde la recuperación del clásico best seller Caballo de batalla, de Michael Morpurgo, hasta un álbum ilustrado por Carme Solé ( La cruzada de los niños ).
La emigración ha estado igualmente presente en novelas juveniles. Sirvan de ejemplo Stefano, de María Teresa Andruetto, o En el mar hay cocodrilos, de Fabio Geda.
Esta pequeña cesión ante el realismo no puede empañar la presencia y el vigor del género fantástico, que ha ganado en calidad con novelas como la nueva fantasía épica de Laura Gallego con Donde los árboles cantan o en registros próximos a la ciencia-ficción o a la fantasía de anticipación. Tomen nota, como ejemplo, de Seis niños en Marte ( Luis Ruiz Gopegui) o Las torres de febrero ( Tonke Dragt).
Para acabar, añadir que ha sido un buen año para la ilustración. El libro ilustrado ha ido ganando presencia en las librerías y en los medios de comunicación, con muy diferentes propuestas.
Parece que este repunte se debe, en buena parte, a las pequeñas editoriales independientes, por una parte, y a los grandes grupos editoriales que financian premios de ilustración, o colaboran para ello con instituciones, a la búsqueda de buenos talentos.