Picaresca moderna y esperpéntica
el enredo de la bolsa y la vida Eduardo Mendoza Seix Barral. Barcelona, 21012. 268 páginas.
Hay que advertir de entrada que esta novela de Eduardo Mendoza exige complicidad por parte del lector. La larga trayectoria de Eduardo Mendoza y, sobre todo, la popularidad de muchas de sus obras, le permiten presuponer en el lector referencias previas. Es lo que ocurre en El enredo de la bolsa y la vida , protagonizada por el anónimo detective de las primeras novelas, dueño ahora de una peluquería sin clientela. No hay que olvidar que el personaje ha estado además ingresado en una casa de salud mental, lo cual puede explicar algunas de sus reacciones, pintorescas e inesperadas. A todo ello se une un factor esencial, el tono conversacional de la narración: «incluido quien transcribe este relato, oral en sus orígenes», leemos en la p. 13 y «quien este singular suceso relata», se dice en la página. 214.
El «singular suceso» comienza con un llamativo «in medias res». El detective ha sido invitado a la ceremonia de una investidura de doctor honoris causa en la Universidad de Barcelona. Será allí donde comiencen sus tribulaciones, pero también el renacer de su relación personal con Rómulo el Guapo. Comienza así una novela de intensa y compleja elaboración literaria desde la perspectiva de lo grotesco: como en el esperpento valleinclanesco, «los héroes clásicos han ido a pasearse en el Callejón del Gato».
Lo que ocurre en la novela es un sinfín de sucesos disparatados, tanto en relación con la trama como con los personajes y el espacio en que se mueven. Todo resulta desgarrado, pero lleno de un profundo sentido humorístico. De entre todo ello, tal vez lo más sorprendente sea la onomástica de los personajes, convertidos en estereotipos extremados sus actitudes. A pesar de ello, hay que señalar algo esencial respecto a la mirada del escritor: en su esperpentización humana, nunca existe una actitud hostil o degradante; la mirada es compasiva, incluso afectuosa. De entre esos personajes resulta de gran hondura la adolescente Quesito y sorprende la condición del «señor Siau», patriarca del bazar de los chinos y dueño de un divertido estilo oratorio, en español aljamiado casi en su sintaxis.
En este clima socialmente corrosivo y descoyuntado no resulta extraño el objetivo del detective: desarticular un atentado terrorista contra Ángela Merkel en su breve visita a Barcelona. Como corresponde a un género narrativo en tono de humor, el desenlace no plantea conflictos dramáticos; si acaso, un tono de tristeza afectiva entre el narrador y Quesito. De ahí la última línea de la obra: «era importante que supiera dónde me podía encontrar».