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por emilio gancedo

«Hay afinidad entre León y el viejo oeste»

l. Pablo Andrés Escapa confronta el género del ‘western’ con la montaña occidental en un soberbio e inédito ejercicio literario. Filand ó n

El escritor de Villaseca de Laciana Pablo Andrés Escapa es un gran aficionado al género del ‘western’

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por emilio gancedo
León

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Ante la política del miedo, os recuerdo que la cultura nos hará libres». Así invitaba el editor y escritor Gregorio Fernández Castañón, el pasado 10 de mayo, a la gala de presentación de los productos editoriales surgidos este año bajo el sello ‘Camparredonda’, que incluían, además de la revista homónima, el sugerente libro de fotografías Acuarelas del frío , de Diego Segura, y el curiosísimo volumen Cercano Oeste , de Pablo Andrés Escapa.

Pero, ¿qué balance hace Fernández Castañón a estas alturas de la aventura? «Es muy positivo en todos los aspectos. La revista está llegando a los lugares más inverosímiles, incluso fuera de España. Y eso me exige más, pero me da fuerzas para continuar a pesar de los pesares». El objetivo sigue siendo el mismo: «Se pueden resumir en el fomento de la lectura y en el amor por los libros bien hechos». Preguntado por la preocupación por la cultura, a nivel popular e institucional, existente en León, responde este incansable activista cultural: «Ah, ¿pero alguien de verdad se preocupa por la cultura en esta provincia? Yo conozco a muy poca gente con ‘preocupación’ y, a nivel institucional, salvo honrosas excepciones, casi nadie. Te pondré un ejemplo: en León existe un instituto al que solicité unos libros antes de Navidad, necesarios para mi proyecto cultural; pues bien, todavía los estoy esperando. Pero sí, claro que compensa dedicar tanto tiempo a este proyecto, aunque solo sea por las satisfacciones morales y de afecto que recibo de los lectores».

Pasemos ahora a un Cercano Oeste nada lejano, pues Pablo Andrés Escapa lo equipara con estas cuencas mineras nuestras que un poco eran y siguen siendo «territorio comanche». «Creo que entre la realidad rural de León —pero no sólo, puesto que el género tiene validez universal— y la fábula que representa el western existe una afinidad estética y moral. Lo de ‘comanche’ vale por salvaje; alude a una tribu concreta de las llanuras de Texas pero es un calificativo que se aplica por extensión a cualquier territorio hostil —y las cuencas mineras siempre fueron vistas con recelo—. Es otra prueba de esa extraordinaria mezcla de historia y ficción que ofrece el western , capaz de alumbrar nuevas representaciones de la realidad».

Pero, ¿de dónde viene la afición de Escapa por ‘las del Oeste’? «Como otros niños de mi tiempo, descubrí el western gracias a la televisión. Las sesiones de tarde de los sábados fueron la primera escuela para ingresar en ese mundo fabuloso y la manera de ir distinguiendo rostros que se repetían: Errol Flynn, Alan Ladd o John Wayne están entre los primeros que supe reconocer. A esas incursiones en el western clásico se sumaba un complemento menos noble, el de los spaghetti westerns que programaban los domingos en el cine del pueblo. La popularidad del género radica, creo yo, en la condición vulgar pero heroica de sus protagonistas —simples vaqueros, mineros de oro, exploradores, tramperos, indios—, gente, en suma, menor y por ello más cercana a nuestra experiencia de lo cotidiano. A este hecho debe añadirse la importancia del espacio físico donde estos héroes ejercen su labor, un paisaje que me recordaba mucho al que tenía en mi entorno y cuya grandeza parecía también elevar las acciones de los personajes. La gran metrópoli o las aventuras planetarias me eran más ajenas. En las maneras del vaquero —incluida su torpeza para conquistar a una chica o para bailar bien— y en la sabiduría natural del indio encontraba yo modelos de conducta, ideales de lo que uno quería ser entonces de mayor: buen jinete, buen tirador, hombre de pocas palabras pero cumplidor de las que dice, experto en orientarse en campo abierto, en sobrevivir a la intemperie y en identificar rastros de animales. Por lo que veo ahora, ambiciones nada humildes».

Y así, Cercano Oeste es «un libro donde he procurado asociar el carácter mítico del western con la vida real —describe el autor lacianiego—. Diría mejor con la vida antigua, dado el sustrato simbólico del género para explicar el origen de una sociedad moderna pero cuya raíz proviene de determinadas actitudes morales que tendemos a identificar con el pasado. Esta reflexión conlleva cierto sentimiento de nostalgia por algunas de las cosas perdidas en el camino. No estoy seguro, por ejemplo, de que haber descuidado el valor del individualismo frente a las reacciones sociales más tópicas, el honor personal frente a las instituciones o la Naturaleza frente a la convención cultural (tres actitudes muy habituales en el héroe del western ) deban considerarse como beneficios del progreso. En un terreno más desenfadado, el libro da también para disfrutar con el repaso de algunas escenas célebres, de algunos parlamentos memorables y de algunas situaciones recreadas en las películas del oeste que no andan nada lejos de las que yo conocí de niño en el ‘cercano Oeste’ de Laciana y Babia».

¿Uno de esos diálogos memorables? «Uno de los más demoledores se oye al comienzo de Los implacables , de Raoul Walsh. Dos hombres cabalgan. Ante la vista de un ahorcado en medio de un paraje nevado y solitario, sobreviene esta sentencia: ‘parece que nos acercamos a la civilización’. Y como ejemplo de dialéctica provocativa y socarrona es inmejorable este intercambio de Johnny Guitar :

—No he venido a buscar camorra, señor Lonergan.

—Llámeme Burt. Los amigos me llaman Burt.

—Como quiera, señor Lonergan.

Por último, a la cuestión de qué personaje de estas películas le hubiera gustado ser, responde Pablo Andrés: «No habría estado mal parecerse al sheriff Wyatt Earp que compone Henry Fonda según las instrucciones de John Ford en Pasión de los fuertes : seguridad sin prepotencia, ironía libre de rencor, serenidad natural, firmeza nada enfática y una manera de andar y de sentarse inimitables».

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