El Oeste leonés de la infancia y el Oeste del ‘western’
cercano oeste Pablo Andrés Escapa La Armonía de las Letras. León 2012. 220 páginas.
Dejando a un lado sus experiencias narrativas, en las que tan altas cotas ha conseguido, Pablo Andrés Escapa se adentra ahora en el ensayo, género comprometido. Lo hace desarrollando un tema poco frecuente en obras de reflexión intelectual, el western . El título tiene hondas connotaciones personales, geográficas y literarias. La comarca del Noroeste leonés, patria chica del escritor, fue un espacio muy querido para Antonio Pereira, como se observa en Las ciudades de poniente , y escenario también para el salmantino Luciano González Egido en Cuentos del lejano oeste .
El calificativo del título, Cercano Oeste , pone en guardia al lector. «Cercano» es porque, en efecto, el cine americano presenta una clave polisémica para el escritor: además de sus valores estéticos es, junto con los relatos familiares, fuente de su visión legendaria de la realidad, de la propensión al mito. De ahí surge la pretensión de la obra: «Mi intención, pues, ha sido indagar en aquellos aspectos que hacen de un género tan concreto una fuente de emoción tan universal». El Oeste es el paisaje del cine del western pero es también el recuerdo mágico de experiencias infantiles. El autor-niño soñaba con esa mitología cinematográfica de gran exotismo, pero comprobaba que los ideales de los actores, sus gestos, su escenario, sus mitos…tenían preciso paralelismo en estas tierras del noroeste leonés.
El profundo análisis del género cinematográfico y sus orígenes en la literatura americana de la segunda mitad del siglo XIX le lleva a distintas conclusiones, especialmente, que el paisaje es subjetivo, psicológico. «No hay geografía en el cine del oeste (...) filtrado así es un estado de ánimo». En el fondo, es algo descubierto ya por Enrique Gil y Carrasco al describir las costumbres de estas montañas.
En ese paisaje se localizan los temas esenciales, en espacios precisos, como es la relojería del abuelo y, en ese ámbito, la seriedad de la palabra dada, cuyo sentido se desarrolla en el capítulo «Mi palabra es un contrato». Todo ello descrito con un admirable sentido de la evocación y de la melancolía. La mirada del escritor es la mirada subjetiva de las vivencias del niño, pero es también la mirada objetiva del escritor adulto que reflexiona sobre los valores de este cine y su correlación con estas tierras.
Lo planteado halla una confirmación de lírico simbolismo en el relato que cierra el libro, «Niño sin estrella, un western menor». Su final resume la doble condición de la obra, evocadora y científica, en la observación del niño, «súbitamente angustiado de no encontrar puesta la estrella. La estrella de latón que tanto ayuda en los momentos más apurados de la frágil realidad».