Diario de León

POESÍA

Algún sueño al que abrazarme

la velocidad del mundo Ángela Vallvey Fundación José Manuel Lara, colección Vandalia, Sevilla, 2012. 140 páginas.

Publicado por
josé enrique martínez
León

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A la escritura poética le gusta fijar el instante, eternizar ese momento único de exaltación o de gozo que el tiempo acabará apagando. Ese deseo de apresar en palabras el instante se me figura algo así como la fotografía de un relámpago: instantáneas son tales poemas, como los que hallamos en La velocidad del mundo , de Ángela Vallvey. Los poetas orientales poetizaron el instante en las diecisiete sílabas del haiku. No otra cosa son estos versos de Vallvey: «Fuego blanco, / sobre la nieve / peces de colores». La consecuencia es el poema breve, una iluminación, un flash, como ocurre en estos poemas situados en lugares de un mundo que la poeta recorre a son de verso: Canadá, Irlanda, Letonia, Camboya o India. Paisajes, visiones rápidas, raudas sensaciones y, acaso y sobre todo, paisajes sentidos o sentimentales.

Algunos de esos poemas sencillos, ligeros, son muy bellos e incardinan alma (soledad, oscuridad) y paisaje: «Viene descalza el alba, / luchando con las sombras, / sin mirar por mi vida. / Mi buhardilla es un cielo / de cemento agrietado / por el que nadie vuela».

El viento, el agua, la luna, la lluvia o la noche son fenómenos elementales que fuerzan el poema, pero en ellos está implicado el yo del poeta: de ahí que el poema, situado en las lejanías del mundo, cobre calor en la cercanía del corazón: «Observo el mundo, / escucho el mar», escribe la poeta, para añadir: «Necesito algún sueño / al que abrazarme / cuando a mi amor / lo azota la tormenta».

El amor es motivo que acompaña a la viajera: la presencia sin nombre que ahuyenta la soledad: «Esto es el mundo, / lo escucho junto a ti». En esa soledad acompañada brotan los poemas: «Amar es un oficio solitario». También escribir. Curiosamente, los poemas datados en Japón o en la China alargan su desarrollo, pierden el carácter de instantánea que tienen los demás y evocan mundos y situaciones figurados e inspirados, algunos al menos, en la antigua poesía china.

Viaje, contemplación, sugerencia... Cuando en 1997 publicó Ángela Vallvey Capitanes de tiniebla, nos asombramos de su frescura y su acento original; algo falta en La velocidad del mundo para hacernos vibrar; acaso garra; hay en cambio delicadeza en esta poesía ligera y leve, acogida a la sencillez de la palabra y el discurrir usual de la sintaxis.

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