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Huellas, recuerdos, pétalos y olvidos

huellas y recuerdos de los oteros. ciento un sonetos de luz y color Lorenzo Gorostiaga Ilustraciones: L. Gorostiaga . Cultiva Libros, Madrid, 2012. 124 páginas.

Publicado por
nicolás miñambres
León

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El primer verso Huellas, recuerdos, pétalos y olvidos del primer soneto tiene una continuación engañosa: «revueltos al azar en cien sonetos». Se trata, evidentemente, de una simbólica captatio benevolentiae. No hay azar creativo en estos ciento un sonetos de Lorenzo Gorostiaga, surgidos de sus vivencias de Cubillas de los Oteros y estructurados con una meticulosa gradación poética. Germinan alimentados por el recuerdo de los espacios rurales, pero no corren peligro alguno de alimentar el «¡qué verde era mi valle»!

Con ecos del «locus amoenus» de Fray Luis de León, también el poeta confiesa: «En mi estancia entrañable de Cubillas / tengo un huerto pequeño con perales».

El espacio se convierte así en el símbolo del recinto idealizado de las vivencias más arcanas y queridas. Tienen los meses su homenaje poético pero lo tienen sobre todo los sentimientos.

Si hay una evocación de personajes populares (complementados con excelentes retratos pictóricos del autor de los sonetos) y alguna encendida elegía en honor de un renombrado periodista leonés, el grueso poemático es de condición sentimental. De sentimientos que aparecen casi siempre sublimados, trascendentalizados.

Se universaliza el paisaje, convertido en elemento de panteísmo en diversos pasajes y se subliman los afectos, tanto los familiares como los amorosos. El amor presenta una compleja polisemia a través de una expresiva función apelativa.

No excluye ciertas miradas de erotismo, pero siempre tratado desde una visión tierna y delicada. En muchos casos, paisaje y amor se funden con emocionado lirismo, como se observa en los sonetos de las páginas 110 y 111.

Los cien sonetos (el ciento uno es, a fin de cuentas, un epílogo en el que se aclara la doble condición estética del autor) y sus ilustraciones son una prueba fehaciente de la exquisita capacidad creativa de Lorenzo Gorostiaga, materializada con discreción y sabiduría poética, en una estrofa tan arriesgada como es el soneto.