Marginalismo de los afectos
perros que ladran en el sótano Olga Merino Alfaguara. 262 páginas.
La marginalidad parece la maldición con la que el destino castiga a Anselmo Rodiles, un homosexual desarraigado que arrastra su vida por espacios y tiempos diversos. El Protectorado español y el Madrid y Barcelona de la posguerra sirven de marco a sus andanzas en la España «zaragatera y triste» del franquismo, no la de Antonio Machado.
El título de la novela, presente en el capítulo 11 ( Mirando se aplacan los perros que tiene amarrados en el sótano ) refleja el sentimiento desolado de Anselmo Rodiles, vigilante en Madrid del Parking Arapiles, a quien le comunican que su padre, enfermo, ha sufrido un accidente. Anselmo es un ser acabado que se limita a observar los cuerpos jóvenes de los muchachos, «esos dioses de la carne que le arrojan migajas a sus pies». Su presente es un tiempo de frustración, con una vida cuyo horizonte está marcado por el pesimismo, esperando la muerte de su padre, Emilio Ardiles, un ser egoísta, déspota y calavera en otro tiempo. Desde esta triste situación del presente recuerda lo que ha sido su pasado: la infancia y adolescencia feliz en el Marruecos del Protectorado español. La familia Rodiles, dueña de una zapatería ortopédica, vive momentos turbulentos, tanto por las extrañas relaciones entre Emilio y Elvira, sus padres, y Vicenta y Juan, sus tíos. El aire exótico lo dan Zohor, la asistenta mora y Abdellán, el joven que, de forma brutal, inicia a Anselmo en el sexo. La presencia de María, hermana de Anselmo, añade una sombra de inquietud, presagio de una futura tragedia.
De forma alterna, los capítulos son la crónica desgarrada del pasado y del presente de Anselmo, una trayectoria que (salvo los turbulentos años de su éxito como bailarín de un cuadro flamenco) está marcada por el fracaso. Al triunfo profesional le sigue un momento de desencanto, que da lugar a la espléndida experiencia vivida con la Compañía de Variedades Lucio Aguirre, disuelta con la muerte de Franco. Barcelona será ya una playa donde se consuma el naufragio humano de Anselmo Rodiles.
Al final sólo queda un eslabón de la cadena humana: las cuatro misteriosas cartas que Anselmo Rodiles encuentra entre los desechos de su padre. Triste capital, pero valioso en lo familiar, sobre todo cuando en su viaje a Málaga, «tía Mavi», que le da la explicación de ellas. Nada queda por contar de la saga familiar, crónica muy expresiva y original de ciertos momentos de la posguerra española.