Oscuras relaciones familiares
Qué escribes, pamela Enriqueta Antolín Menoscuarto Ediciones. Valencia, 2012.
Con Qué escribes, Pamela retorna Enriqueta Antolín a la novela, campo en el que ha logrado merecidos éxitos por su finura en el trazo de personajes, on frecuencia adolescentes. Lo hace de nuevo en estas páginas, pero combinando una serie de miradas narrativas, que incluyen desde la primera a la tercera persona. Por su perspicacia y su visión con la ingenuidad infantil mirada de Pamela tiene importancia especial. Ello explica que pregunta que el padre hace a la adolescente en las líneas finales sirva de título a la obra.
Temáticamente la novela presenta un cuadro familiar, con un matrimonio a la deriva cuyas crisis observa y describe Pamela de forma sucinta y gráfica: los padres van a pasear por la playa con aspecto feliz… «Pero cuando volvieron ya estaban serios». El matrimonio tiene como figura relevante a la esposa, científica e investigadora, cuya asistencia a un congreso le facilita el encuentro con un personaje boliviano que turbará sentimentalmente su atonía matrimonial. Paralelamente se desarrolla una relación sentimental menos admisible: la del esposo con Rita, una nueva vecina que servirá de amiga a Pamela y de refugio sentimental a su padre. Este sustrato afectivo y amoroso es el que el lector va conociendo, captándolo en su justa medida sólo si su participa de forma activa. Las miradas son diferentes por parte de cada personaje, lo que se plasma en un original perspectivismo. En la página 52, por ejemplo, figura la escena en que la madre pasea con un hombre en una ciudad extraña: «No pueden sospechar que muy lejos de allí, en la soledad de la noche, una adolescente que ya está a punto de dejar de serlo ha cerrado el cuaderno en que escribe y les sigue los pasos» (p. 52).
Esta mirada de la adolescente que escribe transforma todo lo narrado. Hay en efecto visiones del autor y de todos los personajes de la obra, pero de forma sutil y progresiva la interpretación esencial es la de la joven narradora, que, en un momento determinado recibe su alternativa humana: «Nunca le conté nada a nadie, Pamela: nunca Sólo ahora a ti, ahora que ya puedes entenderlo. Lo entiendes ¿verdad». A lo que la niña responderá con un rotundo «No». (p. 68). De ahí la importancia del capítulo final, Pamela, en el que el padre, con la hija a su cargo, narra la situación familiar. Llega de noche, pregunta a Pamela qué escribe: «Entonces mi hija me dio la espalda y se dirigió solemne a su cuarto. ‘Estoy escribiendo nuestra historia’, respondió sin volver la cabeza. ‘Pero tú no la vas a leer’». Un final lacónico pero expresivo, reflejo del tono literario de la obra.