félix g. modroño escritor
«He llorado y reído escribiendo»
Cuando se me ocurre una historia procuro ambientarla en la época en que mejor encaja
De raíces zamoranas, vizcaíno de nacimiento y abogado de profesión, un accidente y su correspondiente inmovilidad le empujó a retomar la pasión olvidada de escribir. Premiados algunos de sus relatos, optó después por la novela. Y aparece La sangre de los crucificados ( 2007), protagonizada por el doctor Zúñiga, que también será el personaje central de su segunda novela, Muerte dulce, aparecida dos años más tarde. El tercer título, y hasta ahora el último, es La ciudad de los ojos grises ( Algaida), cuya primera edición se agotó inmediatamente. Magníficamente ambientada en los primeros años del siglo XX, y a medio camino entre novela negra, el género histórico, el relato sentimental y hasta el de viajes, la novela es, ante todo, una bella historia de suspense y nostalgia, de amor por una mujer y una ciudad.
—¿Por qué el título de ‘La ciudad de los ojos grises’?
—Quería homenajear a Bilbao. Escribir una novela sobre –a mi juicio- el momento más importante de su historia, cuando pasó de tener dieciocho mil habitantes a cien mil en solo cuarenta años. Un fenómeno demográfico casi sin precedentes. Al imaginármela, pretendía que los bilbaínos amaran más a su ciudad si cabe y que el resto de lectores entendiera que lo que ocurrió en aquella época marcó el devenir de Bilbao y, por añadidura, de todo el País Vasco.
—Pero Bilbao ya no es una ciudad gris…
—No digo que Bilbao sea gris, sino que sus ojos lo son. Cuando no estoy allí, imagino su cielo con ese color de niebla tenue tan característico.
—O sea, también es un permanente viaje de regreso…
—Sí. Con La ciudad de los ojos grises regreso a mis raíces para crear una emotiva historia que me ha llevado escribirla más de dos años… y una vida.
—El mismo que tiene Izarbe, la mujer que está presente a lo largo de toda la novela.
—Sí, ha sido el modo que he usado para trazar el paralelismo entre la ciudad y la mujer amada por Alfredo Gastiasoro, el protagonista.
— ¿Y qué fue lo que ocurrió en Bilbao?
—Que un ingeniero inglés descubrió un procedimiento para producir acero en grandes cantidades a bajo coste, refinando hierro que tuviera bajas proporciones de fósforo y azufre. ¡Precisamente el que se encontraba bajo los montes de Bilbao! Así fue cómo una apacible villa que vivía del pequeño comercio y que no conocía otros partidos que los de pelota, se llenó de mano de obra barata llegada de una España hambrienta en busca de alimento para sus hijos. Es lógico que en aquel contexto histórico nacieran tanto el nacionalismo como el socialismo, unos porque creían que era la mejor manera de preservar su identidad y los otros en busca de mejorar unas condiciones de vida que rozaban la esclavitud.
—Pero no sólo aparece Bilbao en la novela…
—No. Los personajes también transitan por otras localidades vizcaínas, por Donosti, por Madrid e, inevitablemente, por París. No me imaginaba una historia ambientada en la Belle Époque sin pasar por la capital mundial del arte y la bohemia. Le tengo especial cariño a las páginas que transcurren durante la última noche de felicidad en París, el día anterior a que se declarara en guerra con Alemania.
—Eso es porque considera que ‘La ciudad de los ojos grises’ es una novela de amor.
—Sí, es cierto. Es una peculiar historia de amor que transcurre a lo largo de más de tres décadas. Quizás los escenarios simplemente sean una excusa para contarla.
—Intriga y romance. No parece una mala combinación para un lector.
—Espero que quien tenga ocasión de leerla, disfrute con ella. Aunque la historia comienza en las Navidades de 1914, período en el cual se desarrolla la trama de intriga, realizo continuos flashbacks para contar la historia de amor, que circula en paralelo a la de Bilbao.
—Parece que disfruta mezclando géneros.
—Quizá el secreto esté en que no sea consciente de ese mestizaje. Cuando se me ocurre una historia, procuro ambientarla en la época que creo que mejor encajaría. Para mí lo más importante es la trama, aunque no niego que realizo una exhaustiva labor de documentación, pero simplemente para cuidar la ambientación.
— Usted aparece en numerosas páginas especializadas de la red como uno de los principales exponentes de la novela negra en español.
—Eso es porque en mis dos novelas anteriores, La sangre de los crucificados y Muerte dulce, hay asesinatos que don Fernando de Zúñiga ha de resolver. De todos modos, no le doy demasiada importancia a esas listas ya que suelen copiarse unas a otras. Además, no creo practicar el género negro en su sentido estricto. Me preocupan mucho más los pensamientos y las motivaciones de los personajes, incluso de los asesinos que el propio contexto social, aunque, a veces, sea imposible separarlos.
—¿Cómo se enfrenta un escritor a una novela tan llena de emociones como esta?
—Ignoro cuál es el método de mis colegas. Aunque es indudable que existe un componente importante de imaginación, yo no podría haber descrito algunas de esas emociones sin haberlas sentido. Por eso, he llorado y he reído escribiendo esta novela… literalmente.
—Después de ‘La ciudad de los ojos grises’ se va a olvidar de don Fernando de Zúñiga?
—No sería justo. Lo que ha ocurrido es que me apetecía que descansáramos el uno del otro. Si no surgen contratiempos, pronto volverán sus aventuras.