El bosque de mi corazón
el jazmin y la noche. poesía reunida (1981-2011) Almudena Guzmán Prólogo de L. García Montero. Visor. 440 páginas.
Cuando en 1981 publicó Poemas de Lidia Sal , Almudena Guzmán tenía sólo diecisiete años. Le seguirán seis poemarios más, el más conocido de los cuales es Usted , de 1986. El pasado año publicó Zonas comunes , que reseñamos en Filandón. Son treinta años de poesía reunidos en un volumen de hermoso título: El jazmín y la noche. En la noche no vemos los jazmines, pero percibimos su perfume: «Guiados por el perfume, por el rastro de lo no visible, la labor del poeta no es otra que llegar hasta ese ámbito oculto y traducirlo en un lenguaje legible para todos». Y como la poeta indica, oculto no equivale a extraordinario. En efecto, su poesía ancla en lo cercano y asumible, sin sobresaltos que desorienten. En cambio, goza de gracia, de ingenio, de delicadeza, de un humor que no se palpa y de ternura, cualidades muy apropiadas para hacer vibrar las cuerdas sentimentales del lector; lo vemos en ese prodigio adolescente de Poemas de Lidia Sal , cuyas palabras van dirigidas a un hombre concreto, real o imaginario, con aparente ingenuidad, en tono íntimo y coloquial para suspirar, recriminar o entregarse amorosamente. El libro siguiente, La playa del olvido (1984), aparece podado sin compasión por «sensiblero, cursi, grandilocuente». Usted (1986), en cambio, sigue ganándoos por su frescura. La que emite las palabras se dirige aun hombre maduro, poetizando el proceso de una pasión. El libro de Tamar (1989) fue la recuperación lírica de la infancia, con algunos poemas extraordinarios, como Cuando murió mi padre. En 1998 publicó Almudena Guzmán Calendario , cuyo telón de fondo es el recuerdo de amores pasados, por lo que la melancolía es la tonalidad preponderante. Con El príncipe rojo (2005) se abandona el ámbito del amor y del recuerdo porque «ha llegado el tiempo / de abrir las compuertas de la rabia» objetivadas en ese príncipe justiciero. Finalmente, Zonas comunes (2011), como indica el título, no busca lo singular, sino el espacio reconocible en lo público y en lo privado.
No puede confundirnos el encanto de esta poesía. No podemos aspirar el perfume de la flor sin acordarnos de sus espinas. La luz tiene su lado de sombra. A medida que avanzamos en la lectura, la tiniebla va ganando terreno: no en vano la poeta ha ido cumpliendo años y el tiempo ha socavado cualquier tipo de ingenuidad primera para constatar que «la vida, / en líneas generales, / es más una tragedia / que una comedia».