El León que ‘retrató’ Hans Gador
l. El naturalista alemán viajó a León en 1897 y publicó un relato. El naturalista de origen alemán hans gador realizó un largo viaje por león a finales del xix y relató las costumbres de esta provincia
Nacido en Alemania, el naturalista Hans Gadow desarrolló su vida profesional en Cambridge, ciudad inglesa en la que murió en 1928. En 1895 y 1896 realizó dos largos viajes, en compañía de su esposa, por el norte de España. En 1897 publicó In Northem Spain, el relato de sus andanzas por estas tierras. Refleja la vida de los habitantes de las comarcas visitadas: modos de vida, economía, formas de organización, instrumentos de trabajo, vivienda, etc., junto con otras observaciones sobre fauna, vegetación y paisaje, todo ello ilustrado con dibujos y fotografías de su propia autoría. De especial interés son sus detalladazas observaciones sobre los hórreos.
Focalizada la mirada sobre la capital, a la que apenas dirigen sus pasos un puñadito de turistas o viajeros, a pesar de que cuenta con dos hoteles decentes, dice que no hay en ella prácticamente actividad. «La ciudad en sí –escribe- no es ninguna maravilla, pero algunos edificios eclesiásticos son realmente dignos de ver». Eso sí, le acompañaron en la visita el gobernador civil, José Armero, el director del Instituto, el director de Obras Públicas, el Bibliotecario principal y el general Gobernador militar de la provincia. «La ciudad propiamente dicha se sitúa en la enorme meseta castellana, a unos 2.500 pies sobre el nivel del mar, y se puede respirar en ella un aire puro y saludable, a pesar del polvo y de los calurosos vientos que soplan en el verano».
Habla de la inmejorable situación elegida por los romanos en una pequeña elevación entre los ríos Bernesga y Torío –con la ventaja, entre otras, de contar con unos manantiales de agua permanentes-, para «defender el imperio frente a las hostilidades de los habitantes de Asturias y de Cantabria».
Probablemente debido al desarrollo de la etimología popular, León es una corrupción de la palabra Legio. Lo cierto es que los romanos bordearon la ciudad con un muro firme, la muralla, derribado por los moros en 846. «En los tiempos de la Reconquista –puntualiza Gadow- fue reconstruido usando los mismos cimientos y lo que quedaba del viejo material. Algunas zonas del muro no las reconstruyeron muy bien: hay partes en las que se utilizaron piedras del camino y marga; éstas, unidas a los fuertes bloques de piedra tallada del antiguo muro y a algunos ladrillos, que tienen la misma forma alargada tan característica de los romanos. Puesto que la tierra de la zona consiste en una mezcla de arena y de marga amarilla, León se conoce por ser una ciudad que destaca por su color rojizo, al haber sido esencialmente construida con ladrillos».
Honrado y hospitalario
De lo dicho se puede deducir, y así lo afirma Hans Gadow, que probablemente León no habría sido construido de no ser por los romanos, pues su importancia estratégica se había perdido en los tiempos en que los moros invadieron el sur.
En las fechas en que el viajero conoce León, la ciudad tiene 12.000 habitantes y es «población principal de un distrito agrícola», centro de reunión de ganado y productos del campo, siendo famosos en aquel momento la feria anual de caballerías, el mercado de la lana y el comercio de lino español. Todos los sábados llegan a la plaza, «situada al lado de las murallas occidentales del casco antiguo», cientos de cabezas de ganado vacuno y porcino para el trueque, el regateo y la compraventa. No falta el detalle curioso en las anotaciones: «Una de las cosas más divertidas que pudimos ver fue a un campesino y a su mujer caminando detrás de un caballo cargado de todo tipo de bienes y utensilios, de cuyas alforjas sobresalían las cabezas de dos lechones que no paraban de chillar».
Después de aceptar la consideración de que los campesinos leoneses pertenecen al mejor tipo de campesino español y ser notables por su comportamiento «tranquilo, estable, honrado y hospitalario», los describe de esta forma tan detallada, que podemos entender como un documento excepcional: «Son altos, de piernas largas y pantorrilla delgada, arropada en calzones ajustados que terminan en la rodilla, donde o bien quedan sueltos para mostrar la ropa interior blanca, o bien van estrechamente abotonados. Polainas de tela marrón oscuro, medias blancas y zapatos de cuero completan el vestuario de su parte inferior. La chaqueta está hecha de paño también marrón oscuro, con un cuello levantado y dos hileras de botones delante, preferentemente de plata, y otros adornos; la suelen llevar colgando de los hombros, aunque como con frecuencia la dejan en casa es natural que pongan especial cuidado en el chaleco. Éste presenta también dos hileras de botones y un pequeño cuello alzado. La parte más interesante es su espalda, a la que se da tanta importancia como a la delantera, y que está hecho de la misma tela. Al confeccionarla se corta una pieza grande de diseño variable (rombos, cuadrados, lunares o escudos) en la zona de los hombros y se sustituye con un trozo de tela blanca. Un sombrero de fieltro completa este atuendo de aspecto elegante y pulcro que, por supuesto casualmente, recuerda en corte y composición, aunque no en la ausencia de colores alegres, al traje popular del sur de Suecia (los más godos) y al del joven campesino de Suevia».
Colores vivos
Subraya el notable número de personas con ojos azules y cabello rubio, sobre todo entre los niños, que van oscureciendo con la edad. Sin embargo, el rasgo que entiende como más destacado, el tamaño de las cabezas de los campesinos, «estando completamente ausentes los tipos de cabeza grande». La amplia descripción de la vestimenta masculina se reduce en el caso de la mujer, breve pero precisa: «Las mujeres llevan zapatos bajos y medias blancas, faldas y corpiños de colores vivos con amplias mangas blancas en la camisa, un pañuelo grande cruzado sobre los hombros y el pecho, y otro pañuelo anudado a la cabeza, cuyos colores predominantes son el rojo y el amarillo».