Paisajes del alma
sin reloj por la vida Jesús Díez Fernández Huerga & Fierro, Madrid, 2012. 238 páginas.
Como tantos escritores, Jesús Díez Fernández ha recreado en su obra, en prosa y en verso, el mundo del pasado, transformado en un viaje íntimo. Sin reloj por la vida (título comentado en el capítulo N o olvidando los olvidos ) es una crónica sentimental de los espacios del alma. Se trata en este caso de un retorno doble, palpable en el estilo en que se muestra recreado: en prosa cuando el retorno es a los espacios y personajes de la infancia y en prosa poética cuando se trata de la evocación sentimental, reflejo en muchos casos de experiencias amorosas. En esos casos el referente femenino aparece con un valor de función apelativa, «tu» y en otros con el ambiguo «Ella». El sustrato rural se transforma en resultados muy jugosos. En el pueblo de la montaña leonesa quedan grabados paisajes y seres que alcanzan una honda emoción y un simbolismo especial: el testimonio de un mundo que desaparece. En el paisaje natural se enmarca esa «casa de adobe», escenario de las vivencias infantiles y familiares, descrita en «Ese sol invernal que explica el hielo». Los seres humanos tienen, como es lógico, un tratamiento preferente, diferenciados en dos bloques, el de los familiares (tal vez el extenso relato Almanaque del paraíso perdido sea el que mejor refleje este mundo) y el de los que sufrieron los efectos de la represión política, de la que no se libra el padre del narrador, como se lee en La cuelga del cumpleaños. Algo parecido ocurre con el maestro del pueblo, muy bien reflejado y el maquis, personaje mítico, reflejo de la rebeldía contra el franquismo. Todo ocurre en un doble paisaje. Las experiencias de adulto se localizan en escenarios diversos, lejanos en muchos casos. Los recuerdos de la infancia se sitúan en la montaña, en un paisaje cuya descripción es de una gran calidad en muchas escenas. Es el caso por ejemplo de Preguntas para la nieve, glosa lírica de ciertos epígrafes que a muchos lectores puede hacer pensar en algunos los poemas de Julio Llamazares. Pero ello no es óbice para afirmar que estamos ante una obra bella, afeada por ciertas deficiencias ortográficas y algunos errores en las citas de Miguel Hernández.