Diario de León

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El testigo del crimen de la Fonfría

ANDRÉS TRAPIELLO DESBORDA EN EL DESPLIEGUE DE SU OBRA EL FORMATO DE LOS GÉNEROS, DE MANERA QUE NO RESULTA INFRECUENTE ENCONTRAR POEMAS EN SUS DIARIOS, RELATOS EN SUS VERSOS, LÍRICA EN SUS ENSAYOS O DESLUMBRANTES AFORISMOS EN LA TEXTURA DE SUS NOVELAS .

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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Andrés Trapiello (Manzaneda de Torío, 1953) es un creador singular y poco convencional. En realidad, su andanza solitaria resulta inusual e incluso rara en una literatura gregaria, donde cada cual procura arrimar el ascua a su cuadrilla. Quizá por eso, para combatir el desamparo que siempre conlleva ir por libre, Trapiello aúna en su perfil al poeta y al novelista, al tipógrafo y al editor, al ensayista y al caudaloso confidente, que desde 1987 ordena la fluencia anual de sus diarios en una obra magna de la literatura contemporánea: Salón de pasos perdidos . Su volumen más reciente, Apenas sensitivo (2011), hace el número diecisiete y recoge anotaciones de 2003.

LA GUERRA EN LEÓN

Ahora acaba de ver la luz Ayer no más (Destino), su octava novela y la primera con argumento y escenario leonés. «León fue el paraíso, porque León fue mi infancia». Su asunto, un crimen de la guerra sucedido en la Fonfría de Carrocera, nos remite a la evocación de sus diarios, donde cada Nochebuena familiar fue durante años un repaso de aquellas Nochebuenas bélicas. Porque la novela no es un relato de la guerra sino una indagación en su memoria, en la difícil relación entre padres e hijos, entre víctimas y verdugos. El 15 de agosto de 1936, aprovechando que ya concluye la faena estival en su pueblo ribereño del Luna, un padre y su hijo tratan de pasar la frontera caliza entre Carrocera y Gordón por el valle del río Torre. En la Fonfría les echa el alto un grupo de falangistas, que mata al padre al descubrir que es hermano del Lenin de la Ribera.

Al cabo de setenta años, mientras se protegen de la lluvia en los bajos del Oliden, aquel niño convertido ya en anciano reconoce por el timbre de la voz a un miembro de aquel grupo, que va acompañado por su hijo historiador, y le pregunta por la Fonfría: si no recuerda a un hombre, al que mataron, que llegó andando con un niño. «Aquel hombre era mi padre y el niño soy yo». A raíz del aldabonazo, la novela avanza articulada en un coro de voces, cuyo discurso sitúa al protagonista, el historiador José Pestaña, en el ojo del huracán familiar, mientras en la universidad sus esfuerzos para preservar la decencia y la integridad resultan arrollados por la codicia justiciera de algunos compañeros, más preocupados por acumular frívolamente muertos que por descifrar la verdad.

CRÉMER Y MUGUERZA

El libro enriquece su relato con las reflexiones del autor, que cuenta en su trayectoria con la obra que quizá ilumina mejor la tragedia de la guerra: Las armas y las letras (1994). Además, suma testimonios esclarecedores, como la confesión del filósofo Javier Muguerza (Manuel Medinagoitia), que viene a León de visita académica, a quien los republicanos le mataron en Coín (Málaga) al padre y a sus cinco hermanos, cuando él acababa de nacer, o el encuentro con Crémer (Clemente Lillo), cuyo Libro de San Marcos (1980) agitó la charca de tantas conciencias. También aparecen las excavaciones en la fosa de Izagre, donde se protege el secreto de la exhumación silenciosa e incompleta de una personalidad en los años cincuenta. La sima (2009), de José María Merino, también recoge la perturbación de las fosas de la guerra.

La novela recoge las peripecias de la Ley de Memoria Histórica y las ambiciones universitarias, que acaban por desarbolar las cautelas del universo de dudas e incertidumbres de Pestaña. Al final, el historiador, que cuenta en su bagaje con cinco libros sobre la guerra, abandona la ciudad y salda sus cuentas con la memoria en una novela, que se titula Ayer no más , recibida con escándalo por la sociedad leonesa. «Para contar lo que sucedió no sirve la Historia, sólo la novela puede hacer algo por la verdad». Sin embargo, los lectores bucean en sus claves, dispuestos a descubrir en el relato los nombres de los protagonistas y sus viejas fechorías. El artículo de una colega universitaria lo descalifica como «un libro contra León, contra los leoneses y contra las víctimas».

EL RETIRO DE LUCRECIO

Como sucede a menudo en las páginas de sus diarios, Ayer no más contiene algunas de las imágenes literarias más hermosas de León: «el rincón que hubiera escogido Lucrecio para acabar sus días». Algún día se reunirán estos textos leoneses, como ya se han agrupado los referidos a Extremadura en Capricho extremeño (2011). Esta primavera Andrés Trapiello, poeta de timbre clásico, publicó Segunda oscuridad (Pretextos), que es su octavo libro de versos. Su poesía brota de episodios cotidianos, sin especial realce. Por eso, resulta tan emotiva y hermosa. El vuelo de una oropéndola conduce en Selga de Ordás a la cuneta «donde esperan cuatro hombres que allí mismo cayeron hace años». Y el reloj averiado de la cárcel le trae con su silencio «un recuerdo del paredón». Son algunos de «los charcos donde escriben las nubes su novela».

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